MEJOR ESCRITORA 2011
“Un día mi mamá me dijo que sentía que me trataban como una mujer del Medio Oriente, que le tiran piedras, pero en este caso, esas piedras eran los titulares contra mí. Se violaron mis derechos humanos, mi derecho a la presunción de inocencia, a la honra y dignidad”, sostuvo a CARETAS esta semana en su casa de La Molina, rodeada de sus padres y hermana.
“Me trataron de quitar mi sonrisa, pero no se me ha ido y no se irá. No lo lograron. Estoy aquí y sigo sonriendo”.
Decidida a contar su verdad, Rosario comenzó a escribir sobre su experiencia en la montaña y la frustración ante las precoces acusaciones en su contra. El texto, que hasta el momento tiene ocho páginas fue enviado a medios internacionales, entre ellos CNN, Univisión y Telemundo, quienes ya han contactado en ella.
Según contó a CARETAS, este texto será el inicio de un libro que piensa escribir con detalles inéditos de las peripecias que vivió para sobrevivir al Bomboya y que ya cuenta con el interés de varias editoriales.
CARETAS publica en exclusiva extractos de los escritos de Rosario Ponce. (P.C.)
Esta aventura que viví en el Colca fue desafortunada, ya que emprendimos el viaje junto con mi compañero, amigo y enamorado Ciro Castillo Rojo García Caballero y de la cual sólo yo hasta el momento he sido rescatada.
Cada día y noche en la oscuridad y soledad de la montaña le agradecía a Dios por el día que me había regalado, porque mis fuerzas no se desvanecieran. Y le rogaba indesmayablemente para que al día siguiente me rescataran. Le rogaba para que me protegiera porque estaba en esta agreste e infinita montaña llamada Bomboya.
Diariamente, desde el lugar donde me encontraba, gritaba por ayuda, gritaba el nombre de Ciro. Mi voz no descansaba durante el día a pesar de que no tenía la seguridad de que me escucharan al otro lado del río Colca.
Pero la voluntad y las ganas de sobrevivir me llevaban a soportar días con sol intenso, durante los cuales, a falta de agua, tuve que tomar mis propios orines. Días durante los cuales sabía que tenía que cuidar mi salud si quería salir de esa montaña con vida. Y de las interminables noches durante las cuales tuve que recurrir al ingenio para abrigarme con las mantas que guardaba en la mochila, protegiéndome y evitando mojarme. Así logré capear las noches más frías que hasta ese entonces había sentido. La lluvia y el granizo traían para mí momentos esperanzadores, ya que esa agua era mi único sustento durante los días que me encontré perdida en el lugar que luego se bautizó con el nombre de “zona de las mochilas”.
Trataba de encontrar soluciones a la situación, de sacarle una sonrisa al sufrimiento. Pude ver lo enorme e imponente que era la montaña, pude ver bailar a los cóndores en el cielo y verlos regresar por las tardes antes que la neblina cubra este hermoso valle.
El 10 de abril, y con el recuerdo de una promesa hecha en Lima en los primeros días de marzo a mi hijo Santiago, esa estrellita que me acompañaba diariamente, y tras varios días de solo alimentarme a base de agua y hormigas, que fue la peor comida, ya que era demasiado astringente, decidí ir en busca de “mi casa”, que para mí significó seguir caminando hasta encontrar ayuda, hacer lo imposible por llegar a algún lugar donde hubiera agua y comida.
No sabía en qué parte de la montaña ni en dónde me encontraba, lo único que sabía era que tenía que caminar, cuidarme físicamente ya que una caída significaría que no podría seguir caminando (…) pero no tenía idea de cuántos días me llevaría llegar a “mi casa”, pero no me detendría.
Y fue así que caminé hasta el día miércoles 13. Aproximadamente a medio día me rescataron. Recorrí los parajes más complicados y hermosos que haya podido observar. Es así como yo, Rosario Ponce, una chica de 24 años, hice todo lo imposible para cumplir una promesa. Me puse al límite y logré salir viva. Di todo de mí porque sabía lo mucho que valía y que me esperaban en casa. Dios me dio una oportunidad más de vida y le doy gracias.
Me gustaría contarles que lo más difícil ya había pasado el día que me encontraron, pero no es así. Esta historia recién empezaba. Los últimos seis meses han sido de intenso sufrimiento y dolor. En realidad me faltan palabras para explicar los extraños sentimientos que llevo dentro y que han ido surgiendo en el transcurso de estos meses, ya que es incomprensible que en mi país una persona no pueda tener el derecho, la voluntad y la fuerza de sobrevivir a un clima difícil, a una geografía agreste como es la del valle del Colca.
Yo pienso que sobrevivir, que vencer a esa montaña es un logro que debería ser reconocido y no transformarlo en lo que es ahora, una novela que vende capítulo tras capítulo. Durante estos meses han tratado de negar algo que yo he vivido, pero yo les digo basta, nadie podrá quitar ni borrar de mi cabeza lo que yo he vivido.
En el momento que me rescataron nunca pensé seguir viviendo una pesadilla día tras día. Lamento con tristeza que en mi país no se valoren los logros que he hecho como mujer, madre e hija.
Jamás olvidaré esta experiencia, ya que aprendí a valorar el día a día. Los días ya no son iguales a los de antes. Ahora cada minuto y cada hora son importantes, cada logro obtenido, así sea el mínimo importa, porque eso indica que me estoy recuperando poco a poco. También sé que ser madre es lo más importante, sobre todo porque los hijos, a pesar de los errores que cometamos, estarán siempre orgullosos de nosotras, siempre con una sonrisa amplia y con los brazos extendidos esperando una caricia. Sé que la familia a pesar de que la defraudes, estará ahí para darte el hombro, así sea para llorar o como muleta para seguir adelante. Ahora sé que continuaré andando.
Por el momento me encuentro gateando en mi recuperación, pero pronto me verán caminando y les aseguro que en un futuro no muy lejano estaré corriendo, con la ayuda de los míos y de Dios”.(Escribe: Rosario Ponce)