TAMBIEN CONTRA GIACOSA
Daniel Salas dijo…
Giacosa y los bobos
Sí, seguramente ya lo saben: Guillermo Giacosa es uno de esos columnistas que más me irritan. El otro es Andrés Bedoya Ugarteche pero a ese ¿quién se lo toma en serio? Al menos Giacosa es un maestro de darle mil vueltas a los mismos lugares comunes (esos de los cuales a veces es difícil zafarse), te trabaja el corazón y por eso aún (eso no se puede negar) es capaz de convencer, especialmente a quienes son proclives al antiamericanismo. Su pachotada de este jueves en Perú 21 es una muestra del exceso que puede cometer un comunicador manipulador y prejuicioso. Cuando se trata de los gringos, Giacosa no puede evitar recurrir a los argumentos más absurdos que, dirigidos contra otras naciones, podrían interpretarse como simple racismo o chauvinismo.(SIGUE EN EL PRIMER COMMENT)
Giacosa y los bobos
Sí, seguramente ya lo saben: Guillermo Giacosa es uno de esos columnistas que más me irritan. El otro es Andrés Bedoya Ugarteche pero a ese ¿quién se lo toma en serio? Al menos Giacosa es un maestro de darle mil vueltas a los mismos lugares comunes (esos de los cuales a veces es difícil zafarse), te trabaja el corazón y por eso aún (eso no se puede negar) es capaz de convencer, especialmente a quienes son proclives al antiamericanismo. Su pachotada de este jueves en Perú 21 es una muestra del exceso que puede cometer un comunicador manipulador y prejuicioso. Cuando se trata de los gringos, Giacosa no puede evitar recurrir a los argumentos más absurdos que, dirigidos contra otras naciones, podrían interpretarse como simple racismo o chauvinismo.(SIGUE EN EL PRIMER COMMENT)
14 Comments:
(SIGUE)
El texto publicado hoy en Perú 21 es curioso y, en resumen, se sostiene en dos argumentos:
1) Estados Unidos es un país de bobos, donde no vale la pena ir y
2) Es mejor hacer empresa en el propio país.
Veamos. Para comenzar, la demostración de lo primero es en realidad una exposición de la bobería del autor. Giacosa toma como ejemplo la anécdota de que, al hacer escala en Estados Unidos de paso hacia Londres, fue obligado a firmar un papel en el que declaraba, según sus palabras “que jamás había complotado para matar al presidente de los Estados Unidos (¡Dios mío, qué bobos son!)”. Giacosa, simpatizante de gobiernos autoritarios o abiertamente dictatoriales (Perón, Chávez, Castro), no parece entender ni conocer lo que significa un estado de derecho y por ello no comprende el valor de una prueba penal (por supuesto: allí donde se te juzga arbitrariamente, ¿de qué valen los documentos que demuestren tu culpabilidad o inocencia?). Hay que explicarle entonces que los que hemos tenido que pedir visa a Estados Unidos hemos debido firmar una declaración en la que, entre otras cosas, juramos no haber pertenecido al Partido Nazi, ni haber estado comprometidos como perpetradores del Holocausto ni estar interesados en cambiar el sistema de gobierno de aquel país. La razón, por supuesto, no es descartar que seamos criminales, sino darle al Estado norteamericano un documento que evite la limitación jurídica de la extraterritorialidad. Si no me pueden condenar por un delito cometido en otro país, al menos me pueden botar de Estados Unidos por haber incurrido en perjurio. Dado que el derecho funciona muy bien y las cortes son independientes, ellos prefieren guardar todas las pruebas documentales legalmente obtenibles a fin de facilitar tu expulsión cuando lo deseen. No es, pues, una bobada, sino un modo escrupulosamente legal de tener poder sobre lo que hayas hecho fuera de su territorio y en contra de sus intereses.
El segundo argumento no apela a la razón sino a un sentimentalismo nacionalista y anticapitalista totalmente acrítico. Giacosa presenta la visa a Estados Unidos como “ese sello de presunta entrada al paraíso”. No, claro que Estados Unidos no es un paraíso, pero no tiene que serlo para que se haya convertido en uno de los destinos más deseados por quienes no encuentran oportunidades en su propia tierra. Giacosa recurre aquí a la ironía para desacreditar un juicio que no es capaz de rebatir. La evidencia demuestra que Estados Unidos atrae inmigrantes no en razón de ninguna propaganda política, sino de su enorme y acogedor mercado laboral. Pero a Giacosa no le gusta que sea así y tiene que recurrir a la estrategia, lamentablemente muy repetida en tantos debates, que consiste en descalificar moralmente a que aquellos que defienden la postura contraria. Así, por ejemplo, si yo elogio las virtudes intelectuales de Mario Vargas Llosa, alguien como Giacosa me dirá que he convertido a ese escritor en un ídolo o un dios, o bien que me hago parte de un pensamiento hegemónico (sin dar ningún motivo razonable para invalidar el supuesto pensamiento hegemónico). Si digo que creo en la evolución o que defiendo los derechos de los gays, me responderá que me hago parte de una moda, sin dar ninguna explicación sobre porqué esa moda está mal.
Más adelante, Giacosa habla de un “individualismo contra natura que propone el capitalismo salvaje”, volviendo a la noción reaccionaria de que existen actos humanos naturales y otros anti naturales. Finalmente, cierra su argumentación con preguntas que ya tienen respuestas: “¿Optar por convertirse en un ciudadano de segunda clase en la superpotencia no es la solución más fácil y menos comprometida ante la desazón del desempleo? ¿Sabe el inmigrante todo lo que abandona? No son solo la familia o los hábitos cotidianos. Son también los códigos que constituyen nuestra forma de interpretar y decir el mundo.” Nuevamente, la idea no es recusar las posibilidades de encontrar mejores condiciones de vida fuera del Perú. Se trata de desacreditar moralmente a quienes toman la decisión de irse a Estados Unidos convirtiéndolos, de manera puramente retórica, en “ciudadanos de segunda clase”. Los seres humanos cuyas acciones no apoyan sus teorías del mundo, son gente equivocada, que renuncia a sus raíces y a su esencia. Es como si un zoólogo criticara a un león por no actuar como un verdadero león. Para Giacosa, la migración masiva hacia los Estados Unidos no es demostración de la salud de una economía; es, simplemente, una frivolidad, una claudicación cultural y, por tanto, un camino hacia la enajenación, siguiendo la sentencia (persuasiva, pero claramente falaz) de León Gieco: “desahuciado está el que tiene que marchar a vivir una cultura diferente”. Curiosamente, esto lo escribe Guillermo Giacosa, un izquierdista nostálgico, quien recurre a los mismos argumentos conservadores que un personaje de Jaime Bayly, y sobre el cual Silvio comentó en su post Por qué no se van del país . Curiosamente, además, esto lo escribe un ciudadano argentino que obtuvo en el Perú una oportunidad, un periodista a quien no se le negó el derecho emigrar y de integrarse a la sociedad peruana (para lo cual, se entiende, también tuvo que negociar su forma de vida y sus códigos). Él tuvo esa posibilidad pero le parece mal que otros la tengan en un país que odia. Por ello mismo, lo más lamentable que observo en esta columna es su actitud paternalista, más precisamente, su conservadurismo de izquierda. La gente, en efecto, emigra calculando que le va a ir mejor. Y esto, aunque puede implicar pérdidas afectivas y culturales, les resulta finalmente beneficioso y es por ello que ya no regresan. Giacosa quiere hacernos creer que, cuando esta mejoría se logra en los Estados Unidos, se trata de un beneficio ilusorio. Sin embargo, no ofrece ninguna razón para explicar por qué el progreso material es falso y plantea sus objeciones como una cuestión del corazón, un asunto de lealtad y de fe.
Irse a Estados Unidos o quedarse en el Perú son opciones absolutamente legítimas. Ambas implican riesgos y en ambas se pueden ganar méritos. No me parece mejor ni lo uno ni lo otro. El que se queda en el Perú puede enriquecer al país con sus capacidades; el que se va, deja abiertas otras para los que se quedan. Algunos países, como la Cuba que Giacosa admira, se benefician de las remesas que envían los inmigrantes. Obsérvese además que son los cubanos los que quieren irse a Estados Unidos y en ello arriesgan su vida, mientras que los estadounidenses viajan a Cuba para hacer turismo y para disfrutar de un ambiente que la inmensa mayoría de cubanos no se pueden pagar.
El conservadurismo de izquierda es una trampa sumamente peligrosa. Quiere imponer el sacrificio en aras de una idea, quiere negar la evidencia de los beneficios materiales con una dudosa noción de espiritualidad. Para ello, niega o manipula la evidencia. Giacosa ha sugerido en otras columnas que los genes humanos conducen al socialismo. En esta página que analizo sostiene: “Creo que no hemos explotado suficientemente la capacidad asociativa que descansa en los senderos más profundos de nuestro cerebro.” Acaso Giacosa olvida que la evolución implicó la extinción de la mayoría y la sobrevivencia de la minoría y que la historia humana ha consistido en el sacrificio de muchos en beneficio de unos pocos. Se trata de una forma de selección que, obviamente, no podemos aplicar a nuestra vida actual, si queremos construir una sociedad que tenga como eje la realización personal y no la construcción de voraces mitos estatistas que exigen más muertes y más sacrificios.
El chupo Salas es bueno para criticar desde el liberalismo. Pero cuando quiere apoyarse en eso para construir su utopía monacal, se va a la mismísima mierda
El más bobo es Daniel Risas y Salsa: Giacosa es antiperonista y por eso casi le matan en Argentina y se tuvo que venir al Perú.
Salas es igual que todos los izquierdosos de la PUCP que apenas agarran chamba en los EE.UU empiezan a "moderarse". El día que puedan comprarse su casa en ASIA, entonces defenderán el derecho de los patrones a prohibirle a las empleadas domésticas que se bañen en "sus" playas.
y ahora el chiflado faverón se mete con rosa maría palacios, qué asco!!!!
Me parece bien que se feliciten entre ustedes. Pero me parecería mucho mejor que el señor Faverón no diera a sospechar una campaña publicitaria para dar el cross over hacia la prensa de masas: ha atacado a Valenzuela, a Hildebrandt, ahora a Rosa María. Y digo atacar porque todo lo escrito por la periodista de Prensa Libre puede ser leído con mejor voluntad y sin espetar un comentario del tipo: así son los abogados. Tal vez debería partirse del hecho de que probablemente Rosa María no podría decir en público o razonar sobre la base de "Dado que de todas maneras contaminan" o algo por el estilo. No lo ha dicho y atribuírselo es un abuso, mala fe y e intelectualmente cdeshonesto en tanto paráfrasis o cita. Luego de ello, creo que aquí hay un abuso de la palabrita "ideas". La señora Palacios abusa de ella al confundirla con publicidad, pero el señor Faverón y el señor Salas abusan también al dar por supuesto que es algo que ellos ejercitan. Cada vez que los leo creo que confunden ideas con dogmas. Finalmente, no entiendo como se puede pretender un debate intelectual si asocian -como ya nadie asocia en niguna universidad seria- tener la razón con tener la verdad. Tener la razón es encontrar un concenso mejor al que antes nos impedia entendernos. Tener la verdad es una atribución de Benedicto XVI y algunos otros líderes religiosos. En fin, cada vez que leo al señor Faverón me desconcierta y me apena que pueda opinar de la manera que lo hace. No me parece que obrara por buena fe, sino por ánimo polémico (y se pone para ello del lado menos razonable).
Texto baneado en el gran combo club:
No hay intocables, pero curiosamente se sugiere que el pensamiento crítico solo se da de un solo lado. No me parece: revisemos línea por línea el artículo de la señora Palacios y el artículo del señor Faveron frente a un experto en pragmática del texto y veamos si lo tergiversa o no. El asunto no es dividir la cosa en bandos; eso es polarizarse. El asunto tampoco es de argumentos, como todos parecen creer. Cuando no se cree en la palabra de alguien, no importan los argumentos. Suponer que un buen argumento convence porque es bueno es como suponer que quien ve la luz al final de la caverna de Platón conoce el bien y no puede evitar seguirlo. Eso es absurdo. Si no crees, así te regalen la gallina de los huevos de oro o exista alguna gallina para regalar. Este debate es cuestión de creencias y no argumentos (como nos sugirió Kuhn, cuándo la ciencia, el conocimiento "certero", ha obrado por argumentación en sus más radicales transformaciones). Y cuando se trata de creencias se trata de persuadir o imponer. Como el segundo camino no se corresponde con la mejor idea que tenemos de nosotros mismos, queda el segundo. Pero el señor Faverón parece que obtiene más enfrentando "ideas" (producto de su discurso especializado) a propuestas prácticas, que transformando sus "ideas" para que tengan un impacto directo, claro, atendible y, sobre todo, interesante para las partes, en el asunto de Majaz. Desde ese punto de vista, no solo es un texto tergiversador, sino inútil. Pero como siempre existe la posibilidad de entender lo redundante como "significativo" de alguna forma, creo que puedo decir que el señor Favero, y el señor Salas, harían mejor hablando de temas de los que si tienen experiencia directa -aceptemos la retrógrada invocación al "dato empírico" - y pidamos su opinión sobre los desaguisados pucp, en los que opino como usted, señor Silvio, pero, parece ser, es un tema donde usted queda solitario por el escaso interés de los hombres de ideas (justo sobre su casa de estudios)
Y mandan cómicos e-mails diciendo qué pensaría uno si encontrasen una mina de ese tamaño al lado de su propia casa en Lima... ¡Pues feliz de la vida! ¡La tinka, el pollón! Le trataría de sacar los mayores beneficios posibles al inversionista.
Los "cómicos emails" parecen referirse a un material originado en este blog que ha circulado a través de correos electrónicos: el post de Daniel Salas La fábula de Nietzsche y el liberal. El periodista dice que festejaría (como si se hubiera sacado el pollón) si encuentran una mina en su casa.
los cómicos e-mails se refieren a una carta que goldfinger le mandó a ocram sobre eso que exactamente menciona mariátegui: que encuentran minerales bajo su casa, en Lima.
en serio pensabas que había sido originado en este blog?? eso sí que es ombloggismo.
Tengo la misma impresión sobre el artículo de Rosa María Palacios, es decir, que convierte al debate en una pugna publicitaria. Dos aspectos deben estar en juego: legalidad y ética. En primer lugar, la empresa minera debe actuar siguiendo estos dos principios y solo después puede propagandear sus acciones y negociar con los campesinos. Ya he explicado en otros post que la desconfianza no es absurda ni irracional y que todo se solucionaría si se les diera a la comunidad campesina la propiedad del subsuelo. Deben ser ellos los que estén en capacidad de decidir con qué empresa asociarse y bajo qué condiciones. Mientras el Estado siga considerándose dueño del subuelo y monopolizando el "bien común", los conflictos van a continuar.
So pedazo de ignorante, gordo, el problema de la ética no lo ha resuelto ni Wittgenstein y vienes con huevadas de que la siga una empresa. Y con qué cara vienes a predicar! So inmoral
No sé por qué Giacosa ofrece entre sus principios antiyanquis, el hecho de tener que pedir visa para visitar la tierra del tío Sam. ¿No se ha dado cuenta que los peruanos debemos pedir visa para ingresar al menos a 80 países del mundo, entre ellos su Venezuela linda y su Cuba de toda la vida?
Si bien es cierto que ambos textos muestran ciertos puntos extremos, me parece que el texto del Sr. Salas adolece de mayores defectos.
Oraciones como "Es como si un zoólogo criticara a un león por no actuar como un verdadero león..." son dignas de una antología de la estupidez periodística. Lamentable.
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