¿MARCEL VELÁZQUEZ EL CRÍTICO ENJAULADO?
Cinco jaulas en busca de un pájaro
Marcel Velázquez Castro
Novela peruana contemporánea (1970-2000). Última entrega de la historia de la novela en el Perú. El heterogéneo y amplio espacio que va desde los años setenta hasta el 2000.
Aunque escrita en la década del cincuenta, El cuerpo de Giulia-no (1971) de Jorge Eduardo Eielson es la novela que articula los logros de la vanguardia narrativa con la problemática futura de la posmodernidad. Una novela menor que socava la autoridad de las novelas totales y el trajinado territorio de la mimesis realista. "Un día los limeños se despertarán llorando y toda la ciudad desaparecerá en un mar de fango". Eielson es nuestro primer novelista posmoderno y Primera muerte de María (1981) un texto metanarrativo que nos presenta el strip-tease de Lady Ciclotrón como rito que suspende el tiempo y crea espacio para la realización de una historia en clave bíblica que recorre temas como el asedio del desierto, y el color violeta en una Lima ultrasensorial que se ha convertido en una urbe degradada por la modernidad.(SIGUE EN EL PRIMER COMMENT)
Marcel Velázquez Castro
Novela peruana contemporánea (1970-2000). Última entrega de la historia de la novela en el Perú. El heterogéneo y amplio espacio que va desde los años setenta hasta el 2000.
Aunque escrita en la década del cincuenta, El cuerpo de Giulia-no (1971) de Jorge Eduardo Eielson es la novela que articula los logros de la vanguardia narrativa con la problemática futura de la posmodernidad. Una novela menor que socava la autoridad de las novelas totales y el trajinado territorio de la mimesis realista. "Un día los limeños se despertarán llorando y toda la ciudad desaparecerá en un mar de fango". Eielson es nuestro primer novelista posmoderno y Primera muerte de María (1981) un texto metanarrativo que nos presenta el strip-tease de Lady Ciclotrón como rito que suspende el tiempo y crea espacio para la realización de una historia en clave bíblica que recorre temas como el asedio del desierto, y el color violeta en una Lima ultrasensorial que se ha convertido en una urbe degradada por la modernidad.(SIGUE EN EL PRIMER COMMENT)
16 Comments:
(SIGUE)
La posmodernidad es el periodo de la disolución de las fronteras, la hibridación de formas discursivas, el reino del pastiche y el simulacro. Las novelas del peruano-mexicano Mario Bellatin se inscriben deliberadamente en los nudos y las aporías de esta nueva cartografía cultural. Sus novelas han creado un universo excéntrico donde la frase corta y el estilo austero conviven con plásticas imágenes nihilistas que recuperan la excepcionalidad de la condición humana.
Bellatin busca una nueva articulación de lo fragmentario: la descomposición de la estructura, la ausencia de linealidad y la lógica ineluctable de lo a-causal. Tanto Salón de belleza (1994) como Poeta ciego (1998) formalizan una acumulación de comportamientos sinuosos donde lo informe, lo deforme y lo marginal conviven transmitiendo sus sentidos viralmente.
El experimentalismo y el lujo verbal de Carlos Herrera en la polisémica Blanco y Negro (1995) se entroncan parcialmente con esta tradición. Por su parte, Iván Thays también ha intentado crear una modulación propia como lo demuestran las telas de araña simbólicas y las parodias vilamatasianas de La disciplina de la vanidad (2000).
La novela testimonio y las rutas del realismo sociomágico
Canto de sirena (1977) de Gregorio Martínez constituye una superación del legado formal e ideológico de la novela-testimonio latinoamericana. Un texto carnavalizado que exuda un erotismo del cuerpo y de la palabra alucinantes. Candico es un personaje rotundo, complejo que nos devuelve la memoria y la historia de una comunidad representada históricamente solo desde la mirada del sujeto esclavista. Por ello, la representación del habla y la cosmovisión del personaje afroperuano en esta novela constituye una aventura creadora que posee implicancias en nuestras políticas de identidad.
Manuel Scorza es autor de la pentalogía La guerra silenciosa que se inicia con Redoble por Rancas (1970) y concluye con La tumba del relámpago (1978). A pesar de cierto maniqueísmo ideológico, la belleza dramática y lírica de la prosa, la extensión e intensidad de la representación y su afán de modelar el género en pos de la cronivela garantizan momentos inolvidables en este cóctel de realismo mágico e indigenismo. No debe ser casual que Garabombo se haya convertido en divinidad protectora y objeto de culto religioso en la cueva dónde según el novelista se había ocultado definitivamente.
Patíbulo para un caballo (1989) es un texto que mezcla códigos propios del realismo socialista y el realismo mágico. El hiperrealismo y el aliento pantagruélico de Cronwell Jara desembocan en estructuras fragmentadas, múltiples historias acumuladas y una gran diversidad semántica que trama un denso mapa de los límites humanos. El eje de la historia es una barriada cercada que nos remite a una de las grandes metáforas del siglo XX: el campo de concentración. Este mundo marginal ajeno y propio, ordinario y extraordinario es un vasto lienzo para personajes inolvidables como la niña desde cuya perspectiva se narra la historia y que se alimenta de páginas de libros: imágenes que proponen nuevas soluciones para el antiguo conflicto escritura/ oralidad.
El regreso de la novela total
La violencia del tiempo (1991) de Miguel Gutiérrez, ideólogo del fructífero grupo Narración, constituyó el retorno a la novela total. Texto inusual por su extensión, pretende formalizar diversos órdenes de realidad (histórica, mítica, fantástica, cotidiana) y también construir mediante alegorías las formas de las heridas coloniales y los resentimientos modernos de la sociedad nacional. El eje temático es la historia de un agravio familiar que tiene obvias resonancias coloniales: la violación fundacional de la mujer indígena por el conquistador español. El mundo representado está ambientado en las zonas rurales de Piura y Martín Villar es el héroe de este mural épico que inscribe el tiempo histórico en la piel de los personajes.
País de Jauja (1993) de Edgardo Rivera Martínez es una de las novelas más logradas de la década anterior. Una bildungsroman (novela de formación) en la que el adolescente Claudio fascinado por la Iliada y la música quechua, diseña su propio ser articulando lo andino y lo occidental. Claudio es una metonimia de la nación deseada por las elites del siglo XX y que vuelve a colocar la figura del Inca Garcilaso y su búsquela de síntesis armoniosa en el centro del debate. El mestizaje cultural como camino hacia el país de cucaña.
Ximena de dos caminos (1994) de Laura Riesco no solo ofrece una rigurosa indagación en el lenguaje, la memoria y la identidad desde la perspectiva del sujeto femenino, sino que logra -en clave de bildungsroman y desde los ojos de una niña- recorrer los pliegues conflictivos de la Historia en figuras narrativas magníficas.
El post-boom y la novela urbana
Los dos novelistas más representativos de la novela del post-boom en nuestra tradición son Alfredo Bryce Echenique y Oswaldo Reynoso. En sus primeras novelas, Bryce se convirtió en un fino maestro en las fórmulas del humor y en el cultivo de las diagonales ironías para representar no solo el ocaso de la oligarquía sino también la sensibilidad y el ridículo propios del limeño. Por su parte, Reynoso colocó el olor de la calle, y el lenguaje de los marginales urbanos en el centro de su proyecto narrativo.
Una feliz conjunción de estas dos tradiciones, es la más lograda de las novelas JUM (Joven Urbana y Marginal): Al final de la calle (1993) de Oscar Malca que con humor y desde espacios liminales establece un fecundo diálogo con los códigos de la cultura de masas.
El proyecto novelístico de Alonso Cueto se funda en la exploración de las memorias urbanas desde los espacios de la intimidad, empleando el estilete de la novela psicológica y estructuras de la novela negra. Fernando Ampuero y Jaime Bayly son nuestros mejores exponentes de una literatura de masas que juega con las reglas del mercado y las expectativas del gran público, a veces, logra productos interesantes: Caramelo Verde (1992) y Los últimos días de La Prensa (1996), respectivamente.
Otra línea del post-boom es la exploración de la sexualidad. El sujeto homoerótico femenino irrumpe en nuestra tradición novelística con Las dos caras del deseo (1994) de Carmen Ollé. El discurrir de la protagonista sugiere identidades móviles, la apertura hacia todas las formas y todos los deseos. El texto opta por ese vacío pleno de posibilidades donde el individuo femenino puede recrear constantemente sus relaciones de género y sus deseos sexuales.
Las novelas del conflicto armado interno
El acontecimiento político más significativo de la historia peruana del siglo XX es el conflicto armado interno que se desarrolló entre los años de 1980 y 2000 porque destruyó la artificial imagen de la nación peruana como una entidad criolla, urbana y occidental. Más de cuarenta novelas han intentado construir alegorías, símbolos y memorias en clave narrativa de esta guerra interna; sin embargo, son pocas las que han logrado un producto estético y político notables. Adiós Ayacucho (1986) de Julio Ortega, Candela quema luceros (1989) de Félix Huamán Cabrera y Rosa Cuchillo (1996) de Óscar Colchado Lucio constituyen un trío que han convertido la tragedia de los cuerpos mutilados, las fosas comunes y los diversos lenguajes culturales del conflicto en buena literatura.
Las memorias políticas de estas novelas se convierten en políticas de la memoria porque ofrecen estrategias retóricas y bases simbólicas para procesar los traumáticos acontecimientos, superar el duelo y construir una narrativa cultural nacional que incluya plenamente a las comunidades subalternas.
CODA
Es harto difícil sistematizar la vasta y heterogénea producción novelística de tres décadas que se distinguen por la pluralidad de proyectos, estilos y poéticas. Quiero mencionar algunas de las ausencias notables: Yo me perdono (1998) de Fietta Jarque, El cazador ausente (1995) de Alfredo Pita, y La vida a plazos de Jacobo Lerner de Isaac Goldemberg, Enigma de los cuerpos de Peter Elmore, Alrededor de Alicia de Enrique Planas e Inka Trail de Oswaldo Chanove.
Esta historia de la novela del Comercio, encargada a Marcel Velazquez por mil soles, pasará a la historia como el más grande ultraje e injusticia contra la creación literaria peruana.
Qué poco vale la palabra de un crítico como Velázquez, que en otros foros, del interior del país, para hablando de Marcos Yauri Montero, Pérez Huarancca y la literatura de la guerra popular, pero que para El Comercio, por un plato de lentejas, pisotea su prestigio y vende su firma a los escritors canónicos.
En San Marcos lo nombraron hace tiempo enemigo del pueblo. Con esto lo ha confirmado.
Sanmarquino indignado
Qué chistoso: Velázquez, cuya memoria ya sabemos que falla por el exceso de vino español, se olvidó de dos grandes amigotes de Thays: Patricia de Souza y Carlos Calderón Fajardo.
Como represalia ha atacado el último artículo de Velázquez en su blog. Puede concebirse mayor obscenidad intelectual? Así quieren erigirse Faverón y Thays en los comisarios de la cultura peruana???
Que no jodan.
Oswaldo
"Al final de la calle (1993) de Oscar Malca que con humor y desde espacios liminales establece un fecundo diálogo con los códigos de la cultura de masas".
HAY QUE VER CÓMO QUEDA BIEN CON MALCA ESTE OTRO ACULTURADO DIZQUE CRÍTICO, TODO POR ENCARGO DE ALSONZO RABI, QUE QUIERE COLOCAR A VELÁZQUEZ EN SOMOS. SI NO SERÁN EVIDENTES ESTOS MAFIOSOS...
A mí Marcel me dijo que había un párrafo donde estaban Patricia de Souza, Carlos Calderón Fajardo, Josá Adolph, Luis Hernán Castañeda, Ezio Neyra, pero que el editor de El Dominical lo cercenó aduciendo falta de espacio.
El problema es que Thays sabe de esto y ni siquiera salió a defender a Castañeda y Neyra.
Corrector de El Dominical
Respecto al profesor Velásquez, un punto de partida atinado seria empezar a distinguir la diferencia entre críticos literarios y comentaristas de prensa, sin que por esto se vea a esta clasificación como una forma de discriminación o, incluso, una muestra de arrogancia, como si quien remarca esa diferencia intentara decir que hay un lugar superior ocupado por los críticos y uno inferior para los que reseñan libros en diarios y revistas. Esto, desde luego, implica también considerar el tipo de ductibilidad que puede tener un discurso sea este preparado para la prensa o para la crítica literaria.
Por eso no se trata simplemente de dos oficios distintos, que ocupan espacios separados y se inscriben en circuitos aparte. Hay brillantes comentaristas y críticos mediocres, y hay críticos agudísimos y comentaristas lamentables. Ambos oficios pueden, eventualmente, ser ejercidos por unas mismas personas, como lo hace el profesor Velázquez, pero el ser exitoso en uno de esos campos no garantiza tener lo que se necesita para ser solvente en el otro: un gran crítico puede ser incapaz de simplificar su lenguaje para hacerlo funcional en un diario; un buen reseñador puede fracasar ante la tarea de escribir un estudio académico teóricamente solvente y críticamente sustancial. Pero cuando alguien pretende hacer todas esas cosas, por una suerte de vanidad intelectual o ansia de reconocimiento, entonces hay que estar atentos para no dejar de leer premunidos de un buen bisturí y en una conveniente mesa de disección.
Los críticos suelen ser más lentos al enfrentarse a un nuevo fenómeno literario: su oficio demanda un grado de reflexión al que no siempre se puede acceder sin años de investigación y paciencia. Los comentaristas de prensa necesitan buenos reflejos y una sensibilidad para entender rápidamente, al menos, los rasgos más evidentes de un fenómeno en el momento mismo en que ocurre. Y esto es lo que precisamente adolece este comentario periodístico del profesor Velásquez. La morosidad necesaria de la crítica contribuye a alejarla de los fenómenos que estudia; le da perspectiva y distancia. La inmediatez que condiciona al comentarista de prensa lo convierte muchas veces en parte de los fenómenos a los que se enfrenta.
El crítico observa su objeto a través de una sucesión de filtros (teorías, primeras aproximaciones, panoramas históricos, la imperiosa necesidad de estudiar cada cosa como parte de un proceso histórico), construyendo su mirada a través de las miradas de otros. El comentarista necesita ver su objeto de estudio cara a cara, no tiene tiempo para esperar que otros arriesguen la primera opinión: la primera opinión debe ser la suya.
El crítico puede pasar dos, cinco, diez o veinte años siguiendo las innumerables pistas de un fenómeno histórico, social o cultural y sus trasposiciones literarias, reportando cada cierto tiempo sus hallazgos parciales, hasta llegar, si es que llega, al libro que reúna los resultados de su labor. El comentarista necesita leer seis días a la semana para, al sétimo, escribir en setecientas palabras, no sobre un fenómeno o un proceso, sino básicamente sobre un libro y sobre su autor.
El crítico podría encontrar que su tarea más urgente es desvelar un problema referido a textos escritos hace cien, o doscientos, o mil años. El comentarista vive el problema presente tal como lo elaboran escritores que son siempre sus contemporáneos.
Un crítico puede enredarse en los tentáculos de la teoría, ceder al vértigo del seudo intelectualismo, caer en el esnobismo de las ideas de moda, perder de vista la literatura, enterrarla bajo una montaña de elucubraciones vacuas. Un reseñador puede sentirse árbitro de su tiempo, mandamás de las famas ajenas, enamorarse de su imagen de juez, y también, muchas veces, arrogarse una autoridad totalmente impropia: redactar veredictos sobre el valor literario de obras que es incapaz de comprender, olvidar que todo libro forma parte de un proceso mayor y que desconocer el proceso es suficiente para no comprender la obra individual.
Así como el crítico puede desaparecer bajo una catarata de teorías mal comprendidas, o muy fácilmente adoptadas, un comentarista de prensa puede cometer el error de pensar que no necesita de un saber teórico sólido, prudente y coherente.
Muchas veces, los críticos usan la teoría superficialmente, como un instrumento para validar como verdades axiomáticas las que no son sino especulaciones discutibles. Muchas veces, los reseñadores dan la impresión de ampararse en el puro sentido común en lugar de cualquier teoría, olvidando que el sentido común es una construcción ideológica, y que, como todas, debe someterse a crítica: el no poner sobre el tapete el marco teórico de sus juicios contribuye a hacer ver sus comentarios como verdades definitivas e innegables.
Como los puntos de contacto, las diferencias entre ambos ejercicios son bastante obvias. Es también muy claro que esas divergencias no hacen a unos superiores a los otros, sino sólo observadores con intereses intelectuales de índoles diversas. ¿Entonces por qué insistir en llamar críticos a quienes no ejercen la crítica?
Curiosamente, en el sesudo post anterior no hay una sola crítica a la serie escrita por Velásquez. Vaya manera de criticar de este amiguito, atacado por los virus de la envidia y la inquina, igual que los pobres diablos que dirigen este "faro" de la vida intelectual, como les gusta autonombrarse. Dan pena.
¿Así critican a los comisarios de la mafia que tanto odian? O sea, ustedes deciden qué escritores deben ser mencionados o no para contar con la aprobación de Puerto el Hueco. Se ve que han perdido la chaveta en algunos de los barcitos que frecuentan después de salir de la PUCP. Qué cague de risa, sarta de cerebritos quemados.
Marcel Velasquez tiene que apoyar a Malca así como en su momento lo hizo su pata coral.
Claro, Velasquez y corral conforman la cofradia de los que se computan fichazos por escribir en El Comercio cuando no son mas que tremendos arribistas.
sigue la soploneria entre los miembros de la mafia, Gariel Ruiz Ortega(remplazo de coral) con tal de seguir llamando la atención, y tratando de afirmar su presencia entre los capos de la mafia, nos sorprende con otro destape:
...Sin embargo, el destape de la noche, vino de la mano del narrador Gabriel Ruiz-Ortega al revelar en pleno claustro universitario -estábamos en la Facultad de Letras de San Marcos- que en esa facultad había un profesor que fungía de crítico y que amparado en el anonimato escribía unas reseñas en el portal de Terra, bajo el nombre de la Vaca Profana. Cuando los estudiantes sanmarquinos que escuchaban el conversatorio le solicitaron a gritos el nombre del profesor crítico que se ocultaba bajo los mugidos de la vaca, Gabriel se negó; pero ante la inistencia del público, terminó por denunciar que bajo el anónimo de la VACA PROFANA se ocultaba el crítico Marcel Velásquez.
La verdad, todos nosotros nos quedamos estupefactos ante tal anuncio y le solicitamos pruebas contundentes a Gabriel para demostrar lo que estaba afirmando. Lo único que pudo decir Grabriel fue que el estilo y el lenguaje de la Vaca Profana es el mismo que el del crítico, incluso hasta en sus "muletillas académicas"; y que, además, un ex-amigo suyo, cercano a la famosa Vaca, le había hecho la confiencia de que, efectivamente, el nombre que se ocultaba bajo ese anónimo era tal. Entre tantos rumores del mundillo literario limeño solo queda ajustarnos los cinturones y hacer nuestro aquel viejo refrán ¿arabe?: "El hombre es dueño de lo que calla y esclavo de lo que dice".
Dintilhacos, chequeen el cuadre de patricia de souza al critico de las teorias figurettis
Quien dice Ego
He léido un artículo del diario El comercio titulado “Cinco jaulas en busca de un pájaro”, de Marcel Velázquez, en una secuencia de artículos sobre la novela contemporánea en el Perú. No me queda muy claro, en tanto que lectora, el marco teórico del autor, las categorías que menciona, realismo socio-mágico, novela total o novela urbana. Y yo desconfío de las categorías aunque se diga que son necesarias. No me imagino a la crítica estructuralista calificando a las novelas de Marcel Proust como una obra filosófica, o novela total o novela post-moderna a las novelas de Jean Echenoz... Más allá que la post-modernidad sea la disolución de las fronteras, o la hibridación en el discurso, o el intertexto, tiene que ver con a crisis del lenguaje y los paradigmas que se habían creado en la modernidad. Esa, parte, que toda novela enfrenta ahora, y que no se dice casi nunca, es algo que no deja de sorprenderme. Después de las grandes crisis del lenguaje como un espejo de la realidad, de Rimbaud, Lautréamont, de la Carta a Lord Chandós, de Robert Musil, de Niestzche, o de Wittegenstein (no voy a seguir mencionando nombres para no cansar), me resulta ingenuo que se siga pensando que la novela es más un problema de mímesis y no con el propio lenguaje. De los límites que plantea el lenguaje con la identidad individual. Ah, y aquí toco el tema que seguro todos esperaban, y que verán como dedo en la herida: el de la novela escrita por mujeres. Pues sí, hay heridas, la de desear nombrar y no poder, la de darse de golpes con las palabras y sentir su tiranía, su alienación, y sin embargo, insistir. Y por eso, me sorprenden las omisiones, porque suenan a destierro, a ceguera, a una resistencia que tiene que ver con el poder de las palabras, que, al final de cuentas son un poder político, influyen en la opinón, la moldean y la condicionan. Por eso, ciertas negaciones son negaciones al derecho a la palabra, establecen jerarquías de valor, no solo estético, si no también de contenido. En todas partes sucede esto, la crítica se enfrenta y opone sus propios criterios, pero se enfrenta, aquí, no lo sé, hay una necesidad de dibujar una frontera nacional, con escritores nacionales y algunos expatriados, no sé muy bien a qué responde eso, pero se tal vez termine por comprender. En suma, esta era una reflexión que me ha venido espontáneamente luego de leer esta crítica, justo en el instante en que termino una tesis de las escrituras en primera persona como resistencia a la invisibilidad (no, imbecilidad, ojo), la escritura como huella y marca de subsistencia, en el caso de Lautréamont y Flora Tristan, envers y contre tous, de espaldas y contra todos...
Quien dice “yo”, dice Ego, escribió Benveniste. La primera persona como el primer paso para constituirse en sujeto enunciador de discursos y nuevos símbolos. Si a ustedes no les preocupa el ego como parte de este proceso, a mí, sí.
ola
soy por asi decirlo un tipo de
victima de marcel...solo por coger 2 y no 3.
me gustaria saber cuales son los escritos dela "vaca profana" o donde la encuentro por que la he buscado en terra pero no la encuentro.
bye.gracias.
:)
que tales cacasenos, se pican porque tal o cual libro no sale en la crítica de Marcel. Pobres diablos, no pueden ni deben estar todos; se pican por las puras porque igual de cinco no pasan los escritores leídos en el Perú. Ridículos pobres diablos, escriban su propia crítica en todo caso.
Gonzalo Berna
Marcel Velázquez es un brillante profesor que se ha ganado mi admiración y respeto.El ser crítico de por sí es una tarea muy difícil y su vanidad es solo una máscara, un mecanismo de defensa en esta guerra de la intelectualidad.Así que por favor,dejen de criticarlo.
Marcel Velázquez es un brillante profesor que se ha ganado mi admiración y respeto.El ser crítico de por sí es una tarea muy difícil y su vanidad es solo una máscara, un mecanismo de defensa en esta guerra de la intelectualidad.Así que por favor,dejen de criticarlo.
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