Thursday, November 16, 2006

BRILLANTE ADOLPH

CRÍTICAS Y OPINIONES
José B. Adolph

He dudado mucho antes de escribir esta columna. Se presta a muchas interpretaciones malévolas y me va a procurar nuevos y resucitar a viejos enemigos. Se supone que “no me conviene” provocar a algunos. Se trata, claro, de una crítica, con o sin comillas, de la colega Maribel de Paz a un libro del colega Fernando Ampuero y a Fernando Ampuero mismo. Maribel, como algunos quizás no sepan, resulta ser mi jefa en esta sección cultural de Caretas. (¡¡¡Ajá!!!!) (SIGUE EN EL PRIMER COMMENT) (EN PUERTO AZANGARO: PAOLO / RENATO ¿QUIÉN MIENTE? Y ¿A QUIÉN?)

42 Comments:

Blogger DINTILAKO said...

(SIGUE)

Varios críticos profesionales se han molestado mucho con Maribel, a quien no tengo el gusto de conocer personalmente, por sus opiniones afirmando (expresado en apretado resumen) que ella no es crítica profesional, como tampoco lo soy yo, dicho sea de paso. A un ataque personal mezquino a Maribel por parte de Alonso Alegría no me voy a referir por asco.

Por si interesara a alguien, mi opinión personal es que cualquier lector o lectora tiene derecho a expresar públicamente sus puntos de vista sobre cualquier libro y sobre cualquier autor. Eso, por supuesto, incluye a periodistas. Esos puntos de vista pueden pero no necesitan ser académicos. Comprendo que los críticos profesionales --tan escasos en el Perú: suelen vivir en otros países-- defiendan con orgullo el prestigio de su chamba, como los médicos, farmacéuticos y carpinteros. Si quieren, podrían colegiarse y excluir a los demás de la profesión. Como la mayoría de médicos excluye a los no-occidentales, aunque también curen. Maribel de Paz ha escrito en esa nota lo que opinaba, sobre Ampuero y sobre su libro. Que se concuerde con o se discrepe de ella es otro tema. En cuanto a mí, seguiré opinando no académicamente de vez en cuando sobre libros que me gusten o sobre autores que se porten mal. Y conste que sólo llegué a tercero de secundaria y he publicado 17 libros quizá mediocres. A ver quién bate ese doble récord.

November 16, 2006  
Anonymous Anonymous said...

Leer y criticar
El escritor José B. Adolph ha publicado en su columna de Caretas su propia opinión acerca de quiénes deben o no deben (o pueden o no) escribir críticas literarias (y su respuesta es que todos pueden). Me la hace llegar por correo electrónico, como todas las semanas. Yo le agradezco una vez más esa costumbre (soy su lector permanente) y transcribo el texto suyo aquí debajo.
Sólo quiero, antes de dejarlos con el texto de Adolph, repetir un párrafo de lo que escribí hace unos días aquí mismo, a raíz del grotesco artículo de Alonso Alegría en Perú 21:
"Alegría parece no haberse dado cuenta de lo más obvio: la reseña de De Paz no es inválida porque De Paz sea joven, ni porque no tenga un diploma de literatura, ni porque no tenga la experiencia de Ampuero ni la fama de Ampuero. Es inválida porque es ad hominem: se despreocupa del libro para atacar al autor. Y Alegría hace lo mismo con De Paz en su columna".

Una de esas frases se la puedo repetir a Adolph a raíz de su mesurada y serena columna: nadie está hablando de diplomas. La suya parece más una defensa de la libertad de opinión (que aprecio y respaldo completamente) que un juicio acerca de lo que nos ocupa: la crítica como actividad intelectual, útil, como guía y puente de aproximación entre el lector y el libro. Caretas nunca pondrá su columna de economía en manos de un neófito, ni su columna de gastronomía en manos de alguien que no sepa nada de cocina. ¿Por quésuponer que la crítica literaria (no la práctica de leer, sino la crítica como oficio) sí puede ser ejercida por cualquiera?

Una vez más: lo que se le objetó a Maribel de Paz es que su artículo vendiera gato por liebre: anunció una crítica literaria y entregó una fila de argumentos ad hominem, que nada tienen que ver con el libro que puso de excusa. ¿Eso es censurarla? No. Yo mismo escribí aquella vez: "¿Por qué no opta De Paz por escribir abiertamente sobre Ampuero como personaje público y deja que el libro sea comentado por quienes tengan la intención de hacer una crítica literaria?)".

November 16, 2006  
Anonymous Anonymous said...

Vamos, ahora resulta que los LIBROS son sólo para ser comentados APROPIADAMENTE por los CRITICOS y el LECTOR común es una especie de minusválido mental incapaz de dar una opinión o elaborar una crítica válida.
No confundamos: si bien toda actividad humana es susceptible de profesionalizarse (caso de la crítica literaria), no es menos cierto que un cartón no necesariamente confiere a sus poseedor una sabiduría extraterrena sobre un asunto en particular. Así pasó con Clemente Palma, crítico egresado con todas las de la ley de la Universidad de San Marcos, quien no supo apreciar los méritos de la poesía de Vallejo. ¿Prueba eso que no debió dedicarse a la crítica? No, sino que, tratándose de una materia subjetiva como es la literatura, no hay manera de convertir su apreciación en algo "profesional", materia de unos pocos doctos. Igual con la gastronomía: cincuenta mil chefs del Cordon Bleu no me van a convencer de que el famoso caviar no es más que huevera cruda de pescado. Que otros consideren que es un bocado exquisito no implica que "objetivamente" lo sea.

November 16, 2006  
Anonymous Anonymous said...

Que payaso ese "critico norteamericano", o sea, ¿cuando el reseñaba en El Comercio y era apenas un excadete no tenia derecho a decir nada? Es un incongruente: una cosa es el periodismo (practicado por Maribel) y otra la crítica. ¿se puede hacer critica literaria en en medio periodistico? Solo los imbéciles creen q es posible.

November 16, 2006  
Anonymous Anonymous said...

Hoy apareció una nota de José Adolph en Caretas. Imposible no estar de acuerdo con él. Pero, como ya lo expuso con claridad Faverón, el tema nunca fue si se necesita diploma o "carnet profesional" para ejercer la labor de reseñista o crítico literario, sino que quien ejerza la opinión debe por lo menos intentar elaborar argumentos sobre el libro y no sobre el autor, o que se limite a hacer una columna de opinión personal (como es la del mismo Adolph). Pedir que alguien argumente su razonamiento no es pedir que tenga un "punto de vista académico" ni nada por el estilo. Si Adolph hubiera leído bien los textos que Faverón publicó al respecto en su blog antes de opinar, supongo que no hubiera sentido la necesidad de redactar esa columna. No sé si lee, además, este blog, pero de hacerlo lo remito al post que escribí rechazando los insultos de Alonso Alegría. Ahí podrá leer atentamente: "(...) recalcar que [MARIBEL] estudió periodismo y no literatura para rechazar su reseña resulta una falacia pues es obvio que cualquier persona, de cualquier edad, sexo o profesión, puede ejercer la crítica o la reseña periodística si demuestra adecuado conocimiento literario, capacidad de argumentación y comprobado buen gusto (esto último, al igual que una buena redacción, ciertamente es algo que debería tomarse más en consideración en nuestro medio)".

El error de Adolph es una prueba más de que en el Perú las personas que intervienen en una discusión no prestan atención a los demás, y por lo tanto no tratan de entender los argumentos del otro antes de opinar. Y eso explica, además, por qué Maribel se sorprenda cuando alguien le reclame que argumente su crítica. ¿Argumentos? ¡Quién les presta atención! ¡Solo los académicos! Mi temor es el siguiente: si una persona si prejuicios como Adolph decide intervenir sin enterarse bien de los argumentos expuestos, entonces ¿qué podemos esperar de las personas prejuiciosas? Solo insultos, obvio.

November 16, 2006  
Anonymous Anonymous said...

Creo que Pepe Adolph da en el clavo reclamando abrir el debate a todo el que tiene una opinion. En este punto estan de acuerdo -creo- Adolph, Gustavo y Thays: nadie -salvo Alegria- parece reclamar que la capacidad de dar comentarios se reduzca a quien tenga un carton.

Por otro lado, queda claro tambien que hay un reclamo fundamental, que es ordenar el debate literario, explicitando los supuestos. Yo, que publico una opinion, voy a escribir sobre el autor de este libro, sobre la voz narrativa, sobre la historia que ahi se cuenta, sobre que? Si no soy claro sobre estos temas, estoy aprovechandome del lector y no etoy a la altura de la responsabilidad de ser publicado.

De otra manera estamos mordiendonos la cola en un debate semantico ridiculo. Maribel de Paz no tiene la obligacion legal de escribir "critica literaria" porque esta en la seccion cultural de "Caretas". Acaso es que cierto tipo de articulos debiera enviarse a "Nos escriben y contestamos"? Quien decidiria eso? Acaso el articulo de De Paz iba firmado "Maribel De Paz - Experta en Literatura"? Al final el problema no seria de Maribel de Paz o Gustavo Faveron sino de la falta de direccion editorial clara en "Caretas".

Gustavo reclamo en su lectura de De Paz que se limite a escribir sobre el libro y no sobre el autor, pero seamos claros: la critica a Maribel de Paz nunca se limito a su texto. Gustavo, ciertamente, desmenuzo los 4 parrafos de Maribel de Paz en 7 u 8 parrafos de analisis, pero los preludio con una reflexion sobre la envidia, con una cita borgesiana que nos dejaba a todos (los que no teniamos idea del subtexto) completamente perdidos y que luego no nos dejo duda de lo que pasaba.

Yo -personalmente- creo que todo el mundo tiene el derecho de escribir lo que quiera y publicarlo donde se lo acepten. Mas aun, me parece que en el Peru es bueno que una periodista joven se ponga faltosa con un escritor famoso o con un periodico importante. Me parece importante, independientemente de si este o no de acuerdo con lo que dice en su articulo.

Lo que si debe hacerse -y ahi esta el problema desde el principio- es explicitar los supuestos, que es lo que ha faltado en toda esta discusion.

Exactamente lo mismo esta pasando con la critica alrededor de "Toda la sangre": algunas de las criticas siguen el modelo de De Paz y se quedan en el argumento ad hominem: es lo que pasa en los blogs basura, donde queda claro que a nadie le interesa el libro sino el compilador.

Ahora bien: yo creo que si es posible, legitimo y util hablar del escritor o del compilador de un libro, a condicion de que se explicite y de que se haga un esfuerzo minimo por tomar seriamente en cuenta la itneligencia del lector. Creo que es util al leer criticamente los Comentarios Reales, entender quien era Garcilaso y cuales eran sus desgarramientos en la Colonia temprana.

Por eso es que me ha parecido bien -opiniones sustantivas aparte- que "La Vaca Profana" invierta quien sabe cuantas horas hombre en leer "Toda la sangre" de cabo a rabo y desarrollar un marco analitico para entender el libro, el contexto y el compilador. Una vez que esto se ha hecho, podremos discrepar y descubrir cuales argumentos se salvan y cuales no, pero por lo menos respetemos la inteligencia del otro.

Para volver al principio, entonces, Adolph tiene razon, pero con una atingencia: a la hora de escribir nos debemos los unos a los otros el minimo nivel de civilidad de tomar los argumentos del otro en serio.

November 16, 2006  
Anonymous Anonymous said...

Una cosa que me queda más clara después de leer tu comentario anterior, Eduardo, es que en verdad hemos llegado a un punto tan pobre en la crítica y el debate cultural en el Perú que ahora hay que reconocerle a un crítico el mérito de leer completos, o casi completos, los libros que comenta.

Lo que sí me parece un tanto extraño es eso de decir que la culpa del desconcierto provocado por De Paz no es de ella sino de la falta de dirección editorial de Caretas. Maribel de Paz es la editora de cultura de Caretas. Su artículo no iba firmado "Maribel de Paz, experta en literatura", como bromeas, pero sí es perfectamente posible decir que iba suscrito por la editora de cultura de la revista. ¿Y su contenido tenía algo que ver con lo que eso anuncia? No. ¿Y no es tarea de la editora de cultura construir u orientar la línea editorial de la revista en su campo?

Claro, podrás decir que la culpa es de Zileri o de quien sea que haya tomado la decisión de darle la edición cultural de la revista a alguien que no parece capaz de ejercerla. Si contrato a un minero para que cuide el jardín me arriesgo a que haga un mal trabajo. Pero eso no exime de responsabilidades al minero, supongo yo.

Una cosa es que uno tenga en cuenta que el Inca Garcilaso era tal o tal cosa, otra cosa es que yo diga "Los comentarios reales son un mal libro porque se nota que los escribió ese mestizo antipático y arrogante". Una vez más: decir que Juan es antipático y decir que el libro de Juan es malo no es lo mismo que decir "el libro de Juan es malo porque Juan es antipático"; ese último es el argumento ad hominem y ese es el que no tiene lugar en la crítica literaria. Qué interesante hubiera sido que De Paz nos informara que la extracción social de Ampuero o sus compromisos de clase o sus afinidades políticas lo llevan a malentender o deformar tal o cual objeto representado en su ficción. Pero lamentablemente no es eso lo que hace, no importa cuántas vueltas le quieran dar a su reseña: lo único que dice es que Ampuero le cae mal.

(Por ejemplo, Daniel Salas, hace unos días, escribió en alguna parte que las prostitutas de la novela son una idealización romántica, basada más en el tópico de la puta buena gente que en el terrible problema social de la prostitución. Fácil sería encontrar que Ampuero puede permitirse esa deformación debido a su propia lejanía ante el problema real de la pobreza. Los críticos no lo han dicho, sin embargo. Han preferido decir que es un pituco o un "regio" y que por ello el libro es malo).

Ya está claro que "Pound era fascista" no es una afirmación que nos vaya a permitir concluir que los libros de Pound son malos, ¿no? Y sin embargo, con esto de Ampuero, con la película de Llosa hace unos meses, está claro que sí les parece a muchos aceptable un tipo de crítica que parte de la idea de que la pertenencia social de un autor es suficiente argumento para decir que sus obras son despreciables o torcidas de nacimiento. Si la crítica fuera un ejercicio así de mecánico (esto no te lo digo a ti, que lo sabes de sobra) no sería interesante en lo más mínimo.

November 16, 2006  
Anonymous Anonymous said...

Observen esta frase de Thays: "es obvio que cualquier persona ... puede ejercer la crítica o la reseña periodística si demuestra adecuado conocimiento literario, capacidad de argumentación y comprobado buen gusto" ---
Comprobado buen gusto? Que es eso? Comprobado por quien? Que es "buen" gusto y que es de "mal" gusto? Mas importante aun: Comprobado para que? Osea el senor Thays tiene buen gusto por que el lo dice, se lodicen mutuamente Faveron y Thays, y lo niegan a cualquier otro resenador u opinador que no este de acuerdo con sus criterios subjetivos (y politicos y mafiosos) de "buen gusto". Que tal cuajo el del gago. Y asi dice que quiere argumentos, cuando el suyo no es ningun argumento sino un sofisma burdo.

November 16, 2006  
Anonymous Anonymous said...

The Ampuero Affair
Aqui hay varios temas. Por un lado la defensa de un grupo de intelectuales (entre los que no incluiría a Ivan Thays por no dar la talla de intelectual, pero sí de buen reseñista) que defienden la postura de que la crítica literaria debe ser hecha por gente "preparada". Parece una verdad de perogrullo, todas variantes de "zapatero a tu zapato", "no te metas en lo que no sabes", etc. A todas luces es un reclamo comprensible.

Frente a ellos está este otro grupo, sospecho que más grande, que más bien defiende la idea de que cualquiera puede opinar de literatura, no en el sentido de que aquella opinión deba ser necesariamente atendible, sino simplemente expresada o canalizada. Aquí, me parece, el tema es el de la "libertad de expresión".

¿Con cuál de los posturas me quedaría? Yo creo que con la segunda.

Como siempre que sucede con las intervenciones de Faverón o de Thays sobre este tema, ambos caminan por una línea muy delgada en la que un paso en falso los puede llevar a dar la impresion (ojo, la impresión) de que censuran, reprimen y ajustician. Es decir, de que si por ellos fuera, Maribel de Paz de ningún modo hubiese tenido la opción de publicar su opinión en un medio como Caretas o en ningún otro en donde ellos tuvieran el poder de decisión. Así que nada de "prosa de Parkinson", nada de "demasiado Ampuero" y nada del pretexto de novela para publicitar a los amigos. Y nada, claro, del delicioso debate posterior. ¿Censura o ajuste etico a los lineamientos de lo que “debe” ser una crítica literaria? Para mí es censura, sólo que arropada en esta cacareada denuncia de los argumentos “ad hominem”, falacia lógica a veces obvia, pero que a mí no me queda clara en una crítica literaria, en el sentido de que una obra de arte no es “falsa” o “verdadera”.

Lo que yo entendí de Maribel de Paz fue: la novela de Ampuero no es mala porque Ampuero la escribió, sino: la novela, que es pésima y delirantemente estúpida, parece que no tiene otra razón de ser que la de supurar al personaje Ampuero, un escritor cuya carga publicitaria en el medio local es inversamente proporcional a su talento (digamos un RBD literario, un Servando o un Florentino). ¿Escribe Maribel de Paz sobre la novela solamente? Claro que sí, pero su hartazgo de lectora impaciente la lleva después a explicarse lo burdo en términos personales, instalada en el mundo real y con ese subtexto lleno de guiños al representante más notorio del grupo de los “regios”. Hombre, un poco de contextualización no nos caería mal.

Recuerdo un comentario del propio Faverón en un post de su blog hace meses donde concluía que la nueva novela de Saramago –Las intermitencias de la muerte- seguramente era uno de “receta” porque las últimas novelas del portugués habían sido de ese tipo. ¿Argumentación ad hominem? Por supuesto, y aquí peor que en lo de Paz, porque aquí sí era: la novela no debe ser tan buena porque la ha escrito Saramago. Por cierto, Faverón sólo se guiaba de un resumen del argumento. No me parece criticable, sólo digo que en nuestra vida diaria nos dejamos llevar por estas falacias, falacia en la que no creo hasta ahora que de Paz haya caído.

Vayamos a Thays. Hace algunos meses comentó la novela de Philip Butters –ninguna luminaria literaria, sin ningún lobby y un blanco fácil para un reseñista-, pero sí un personaje muy divertido en la televisión (si es que aún sigue ahí). Thays escribe el siguiente párrafo sorprendente en el que, creo, viola todas las reglas que él mismo exige a de Paz:
“Lo realmente significativo y sorprendente hubiese sido que Butters aporte pruebas para respaldar todas esas afirmaciones (en su novela, agregado mío). Es decir, si hubiera hecho periodismo de investigación o, aún mejor, una crónica novelada a lo Norman Mailer o Truman Capote. Pero eso no ocurrió, por lo que Muerte súbita no deja de ser un compendio de chismes que, en algunos casos, son incluso calumnias, cuando brinda todos los datos para que se identifique al “modelo” que influyó en la ficción, pero se abstiene de colocar nombres y apellidos auténticos para evadir la responsabilidad judicial.”

Aquí el crítico va más allá: le pide a una novela, a una ficción, que aporte “pruebas”, y le reclama al autor por abstenerse de colocar los nombres reales. ¿Estamos en el mundo al revés? Sin duda, pero, a pesar de todo, entiendo lo que quiere decir Thays porque somos inteligentes y porque comprendemos hacia dónde quiere ir su reseña: Butters es un periodista deportivo y su ficción no estuvo a la altura de sus encendidos comentarios en la TV, ficción que más bien usó –según Thays- para sus propios ajustes personales. ¿Bueno como comentario? Por supuesto que sí, pero jalado en lo que a reseña profesional ortodoxa se refiere. Señor Thays, si usted hubiese sido su editor, usted mismo no aprobaba su texto. Y, la verdad, nunca leí que Faverón le hubiese recomendado a Thays no volver a hacer una crítica.

Regresando a Ampuero. Hay que recordar que el escritor no es tan inocente en estos asuntos porosos entre la realidad y la ficción. El enano fue una novela teledirigida a César Hildebrandt y él mismo se ufanaba, según leí en una entrevista, de las reacciones que había provocado. Así que usar la ficción como instrumento para asuntos personales no es nada extraño en Ampuero. Es más, parece ser parte de su “poética”. Académicos, tomen nota.

Hasta aquí las cuestiones creo que literarias. Vayamos al punto más periodístico. Ya van dos veces que Gustavo Faverón insiste en que fue Jaime Bedoya de Caretas quien le pidió hacer una sinopsis de su post para la revista. No puedo ni siquiera imaginarme lo que pasó en esa redacción para que una desautorización de tal calibre apareciera. Pero no es necesario que nos imaginemos. El propio Thays lo dice en Moleskine Editorial: Caretas se dio cuenta de que había metido la pata al publicar una reseña, digamos, de tan poca “seriedad” y quiso enmendar su error colocando el texto de Faverón disfrazándola como una práctica de tolerancia. Hay que leer entre líneas, hay que ser perspicaz. Como el propio Thays dice es realmente impensable que una crítica de la crítica aparezca en el mismo medio y en la misma sección.

¿Qué sucedió? Ya vimos que nadie en Caretas le hizo caso a Butters cuando refunfuñó por el comentario tan desorientado de Thays y, valgan verdades, hemos leído reseñas bastante más agresivas en un medio caracterizado por su agudo sentido de la ironía. Además, Caretas ha tenido batallas mucho más complicadas y ejemplares en el terreno de la política. ¿Entonces qué cambia? ¿Cuántas llamadas y mails fueron necesarios para que la presión fuese tanta que Jaime Bedoya se viera obligado a pedirle a Faverón la reproducción, en sinopsis, de su texto? ¿Quién hizo esas llamadas? Si no vi mal, la primera versión del post de Faverón donde daba noticia de su comentario en Caretas no contenía el primer párrafo, la mención a Jaime Bedoya. Es claro que quiso después hacer un deslinde: no hablo en defensa de Ampuero, parece decir, hablo porque este medio independiente –no El Comercio- me lo pide. Ergo, la objetividad y honestidad de los reclamos están garantizados.

El proceder de Caretas fue, mi juicio, absolutamente decepcionante. ¡Los medios no desautorizan públicamente a su redactor por una opinión! ¡Los medios no se desautorizan públicamente porque una crítica no estuvo a la altura de un curso en la universidad! Un medio se desautoriza por dos razones: o porque dio una información falsa que quiso pasar como factual (y en ese caso prefieren poner el desagravio en letras enanas en un rincón) o por presiones. Jaime Bedoya, periodista, a instancias de presiones, publicó el comentario de Faverón que hacía añicos a Maribel de Paz por un texto que él mismo, como editor, había previamente autorizado. Cuando uno recuerda que Fernando Ampuero fue editor de Caretas en algún momento nos sentimos tentados a especular un poco, pero la verdad es que no podemos decir más a la luz de las evidencias escritas y bloggeras.

Finalmente viene la columna –estupenda, dicho sea de paso- de César Hildebrandt en La Primera que tiene como personaje a Tavo, o sea, Gustavo Faverón, en la que escribe lo que opina de él. Cada vez que alguien me ha pedido argumentar por qué alguien me cae bien o mal no pienso si estoy siendo lógicamente correcto. Así que pedirle a Hildebrandt que “argumente” una opinión personal sobre el carácter personal del crítico es bastante extraño y mucho más extraño pensar que ese texto sea una especie de cortina de humo para no hablar de lo realmente medular, según Faverón, que es su estudio de la antología Toda la sangre. Hildebrandt, supuestamente, estaría evitando hablar de los críticos de la antología, es decir, de esas voces disonantes que tienen un tufillo medio filosenderista que, a su vez, criticaron duramente a Ampuero en el debate “andinos vs. criollos”. Hildebrandt estaría apañando a “simpatizantes” de Sendero porque su odio a Ampuero es superior.

Pero no. si Hildebrandt quiere hacer algo con su columna es desautorizar al crítico Faverón y sugerir al lector que tome con pinzas todo lo que él pueda decir. En ese sentido, esa discusión es superior a la del libro.

Veamos, la idea central, según entiendo, de la columna es la siguiente: Gustavo Faverón es un buen crítico, pero un crítico deshonesto. Es decir, que se deja llevar por simpatías o antipatías personales al momento de lanzar un juicio literario, juicio que logra pasar por objetivo gracias a sus extraordinarias dotes para la retórica y el laberinto argumental. ¿Hay alguna manera de probar eso? No, no creo que haya forma. Solamente uno puede dejarse llevar por algunas señales.

En setiembre Faveron escribió lo siguiente:

“Mi autoimpuesta cura de silencio, que me impide reseñar (por ahora y, básicamente, hasta que me dé la gana) los libros de mis amigos, me ha quitado el placer de comentar El fondo de las aguas, de Peter Elmore, que leí en su primera versión hace dos años y en su versión reciente ahora mismo.”

Es una afirmación que me llamó mucho la atención desde que la leí, porque hablaba de una autoimpuesta cura de silencio y de los amigos. ¿Por qué tendría un reseñista que autoimponerse una cura de silencio con los libros de sus amigos? ¿Porque no sería elegante? ¿Porque no sería ético? ¿Porque las simpatías realmente pueden torcerle a uno el entendimiento de modo que uno vea prados maravillosos donde solo hay un desierto seco? No lo sé. Sólo sé que si alguien como Gustavo Faverón mencionó el tema es porque el juicio y la amistad son conceptos que para él sí pueden mutuamente influirse y porque, para la opinión pública y en un medio como el literario, la credibilidad es muy importante.

Mi último punto es justamente el de la credibilidad. Más allá de ser competente como crítico o no, en periodismo lo más importante es la credibilidad. Y la credibilidad es algo que se va construyendo con el tiempo. Por ejemplo, es fundamental que la opinión pública piense que tu denuncia tiene algún asidero y que no está movida por interesessubterráneos. Del mismo modo, en una reseña literaria periodística –donde el thumb-up o el thumb-down son constitutivos de su esencia- siempre quedarán algunos cabos sueltos que no están completamente y del todo argumentados y que los lectores –que generalmente no han leído el libro- van a tomar con confianza o desconfianza según sea la firma al final de lo escrito. Cuántos adjetivos han sido lanzados sin ningún tipo de “prueba” detrás. O cuántas argumentaciones supuestamente impecables vienen con truco. El papel aguanta todo.

Así que este caso de Ampuero –sobre una novela, a todas luces, pobrísima- me da a entender que sí, que hay presiones, que si Faverón no ha escrito nada sobre Puta linda (decir que tiene “bemoles” no es nada para un crítico que siempre se ha caracterizado por opinar apasionadamente sobre todo lo que se mueva) es porque de verdad se pondría en un aprieto con su amigo Ampuero (¿queda alguna duda de que es su amigo?). ¿Alguien se imagina una mala reseña de Ampuero en El Comercio? Vale la pena soñar.

Y termino con lo que empecé: prefiero la libertad de expresión a abogar por el gremio de los críticos competentes. Es necesario que todos opinemos sobre los libros, si los libros son los temas a discutir. Que digamos que nos gustó, que no nos gustó, ya sea respetando o violando la ortodoxia, no importando si somos academicos o no, legos o no, ingenuos o avispados. Que el camino de nuestras argumentaciones o de nuestros insultos arbitrarios esté abierto a todos. Que nuestras sospechas también. Porque más importante es asegurar el derecho que todos tenemos a decir lo que queremos que cuidarle los oídos a los críticos para que no escuchen lo que los ofende. Ofender, señores, es un derecho y, a veces, una gran virtud.


Martín Araujo
martinaraujo11@hotmail.com

November 16, 2006  
Anonymous Anonymous said...

El problema con Faverón es que se queja de que hay muchos aficionados reseñando literatura en nuestros medios, pero, por más mala opinión que se pueda tener de ellos, ¿no son "profesionales" de la literatura gente como Paolo de Lima, Víctor Coral o Leonardo Aguirre? De todos ellos ha dicho Faverón que ni siquiera saben leer, que son incapaces de producir una idea o reflexión interesante, que carecen de capacidad argumentativa, que se quedan en el ad-hominem, etc. En resumen, que el problema no es que nuestros reseñadores no tengan formación académica, el problema es que, a Faverón, todos le parecen unos ineptos y mediocres. Y no tiene ningún problema en decirlo.
Sin embargo, cuando Rodolfo Hinostroza, con toda la autoridad que tiene como poeta (muchísimo mayor que la de Faverón como crítico) opina que no se debió invitar a tal Congreso a los señores Sandoval y Silva-Santsiteban por el bajo nivel de su producción poética, entonces la peña bloggera Casacor, sale a lamentar esas declaraciones y a calificar a Hinostroza de desatinado, y a sus opiniones de ofensivas. ¿Y entonces por qué cuando Thays y Faverón opinaron que el diario CORREO debía echar a Luis Aguirre de su columna, eso no constituyó un desatino y una ofensa? La razón por la cual este grupete de acomodados tendrá que soportar cuestionamientos por el resto de su vida, es porque manejan un doble standard demasiado conchudo: lo que en los amigos es "hablar claro" en los enemigos es "insulto y calumnia"; si Bayly gana el Herralde, entonces los premios literarios no determinan el valor de una obra novela, pero si lo gana Alonso Cueto, entonces el premio es la demostración de su valía y le tapa la boca a todos los "envidiosos". Podríamos seguir enumerando ejemplos, pero no acabaríamos nunca
El artículo de Hildebrandt es claro y pone el dedo sobre la llaga. Curiosamente, ya hace algunos meses, Faverón en su blog había comentado lo lúcido que era Hildebrandt como columnista, EXCEPTO cuando hablaba de literatura. Como que se las olía venir. ¿Por qué alguien cuya lucidez le permite escarbar y mostrar la podredumbre del sistema político y económico iba a equivocarse SOLAMENTE al tocar los temas de literatura, es decir el universo en el cual Faverón y Thays terminan siendo muy parecidos a Del Castillo y Mulder, Rey y Barba Caballero, Dionisio Romero y Genaro Delgado Parker, en fin, usted, lector, escoja el dúo de payasos que mejor le parezca.

November 16, 2006  
Anonymous Anonymous said...

Notable el comentario del Sr. Araujo, creo que da en el clavo sin caer en excesos.

November 17, 2006  
Anonymous Anonymous said...

Se ha puesto interesante el debate, pero hay ciertas opiniones que me confuden: no porque me parezcan retorcidas o erradas, sino porque, siendo absolutamente válidas, refutan propuestas que nadie ha planteado.

Nadie necesita un título de novelista o poeta para escribir una novela o un poemario. De la misma manera, nadie ha dicho que sea necesario poseer un título de crítico para ser crítico.

Pero esto no es lo mismo que sostener que cualquiera pueda escribir una crítica y esperar que la tengamos en cuenta. Por eso me parece fuera de lugar que Adolph vea las objeciones que se le hacen a un supuesto "texto crítico" en una forma de censura. Claramente, en una democracia, quien publica algo, lo que sea, se somete implícitamente al comentario público y, por tanto, a que le caigan aplausos pero también tomates o huevos podridos. Tomemos el ejemplo que tenemos más a la mano: nadie ha sostenido (y esto no deja de ser curioso) que cuando Maribel de Paz expresó su desagrado por la novela de Ampuero estaba pidiendo que se censure la novela de Ampuero. ¿Por qué a nadie se le ocurrió que la crítica equivalía a una censura? Porque entendemos que Maribel de Paz, estando en el derecho de decir lo que piensa sobre la novela de Ampuero, no está llamando a que la quememos o la prohibamos.

En el Perú, nunca he escuchado que un autor replique a las críticas contra su obra diciendo que constituyen algún tipo de censura. La censura consiste en que alguien con autoridad dentro de un ámbito ordene la restricción del uso de algo. Por ejemplo, un director de colegio podría censurar las novelas de Reynoso o Ampuero dentro de las clases de literatura. El rector de una universidad privada (no me extrañaría) puede censurar la obra de Marx en el claustro. En mi colegio, un hermano marista salido de las cavernas franquistas censuró la obra de Darwin. Bueno, eso es censura, especialmente cuando el que la ejerce nada tiene que ver con el campo en el que se mete.

Pero entonces, ¿por qué Maribel de Paz puede criticar a Ampuero (en su peculiar y desatinado estilo) mientras que se siente como una intromisión criticar a Maribel de Paz? La confusión parece hallarse en la ambigüedad del verbo "poder". Hay un sentido, digamos legal, en el que los editores de Caretas pueden publicar lo que quieran en su revista. Pero hay un sentido de "poder" en cuanto a responsabilidad dentro del cual podemos (y debemos, claro que sí) cuestionar esta facultad.

La conclusión que yo saco es que las cuestiones culturales y literarias no son tomadas en serio. La única razón por la cual aparecen la columna de Javier Gárvich y la de la Vaca Profana en la página de web de Terra me parece obvia: la sección "cultural" es un relleno, un espacio que se debe llenar, para darle un barniz presentable al medio. No es importante pero tiene que estar: ergo, se la damos a cualquiera. Total, muy pocos lectores se van a dar cuenta de la pobre calidad de los textos.

Nadie le exige a Maribel de Paz que tenga un título "en literatura", sino que tome su trabajo en serio y no como un relleno. Porque si no se lo toma en serio, ello demuestra desprecio y desinterés por el objeto sobre el cual trabaja. La crítica literaria y cultural puede ser pero no debería ser un espacio para desfogar fobias, resentimientos o trivialidades. Exigir rigor no es censurar, es demandar respeto a los lectores y calidad argumentativa.

Finalmente una aclaración: No soy el autor de la frase que cita Gustavo. Tal vez haya otro Daniel Salas o bien Gustavo me ha confundido con otro

November 17, 2006  
Anonymous Anonymous said...

Le daré la contra al amigo "Pulgo" pero solo para traer la discusión a un terreno más práctico.

Coincido en parte con Eduardo González (hola Eduardo!, a los años) en que "todo el mundo tiene derecho a escribir lo que quiera"; pero creo que hay que ser claros en un punto: no es lo mismo dar una opinión personal y subjetiva en un medio como Caretas, donde todos sabemos que se deciden muchas cosas en términos de venta efectiva y prestigio de un libro, y otra cosa es decirla desde un blog personal o en una conversación de café.

Dada la ascendencia en el plano intelectual local que tiene esa revista, lo mínimo que se podía pedir a una reseñista es que argumentara coherentemente los errores o defectos que pueda haber visto (y de hecho los hay) en la novela de Ampuero. Algo más o menos como lo que hizo Daniel Salas y cita Gustavo en su comentario arriba.

Pero no. De una manera creo yo irresponsable, se atacó a la persona, se mezcló autor, narrador y personaje público, se explicitó innecesariamente una -para mí como lector, irrisoria e irrelevante- animadversión hacia Ampuero, y finalmente se hizo daño a una novela que podrá tener sus puntos flacos pero que no es lo que los enemigos de Ampuero quieren hacer creer que es.

Mi formación literaria universitaria (y lo digo con tanto orgullo como digo que un día ya lejano me tomé dos cajas de chelas conversando con el poeta Róger Santiváñez y aprendí mucho de poesía, o que en un día y medio me leí 700 páginas de cuentos y novelas cortas de Ballard, literatura de un género considerado "menor" por muchos), mi formación, decía, me permite, por tomar un ejemplo, comparar a nivel estructural, Puta linda, de Ampuero, y El goce de la piel, de Reynoso, ambas novelas cortas. Y la verdad, más problemas encuentro en el libro de Reynoso que en el de Ampuero. Los puedo exponer rigurosamente en un texto comparativo si así se quiere.

El hecho es que la figura de Ampuero -urticante para demasiadas personas que deberían tener un sesgo más maduro en su trabajo profesional- ha hecho que la valoración de su novela, en medios claves como Caretas y otros, sea injusta. En cambio, esa valoración, por lo que recuerdo, ha sido en varios grados sobredimensionada en el caso de El goce de la piel (recuerdo especialmente una reseña encomiosa de Agreda).

A este tipo de desbalances perjudiciales puede llevarnos la crítica anclada en el hiperdemocrático "todos tienen derecho a decir lo que les da la gana", pues pasa lamentablemente que lo que a mucha gente "le da la gana de decir" es con frecuencia perjudicial para un autor que le cae antipático, o injustamente benefactor para otro que se ha ganado adeptos en medios con poses populistas y de víctima del "sistema".

Digo esto si perjuicio de la integridad intelectual de los implicados en esta discusión.

November 17, 2006  
Anonymous Anonymous said...

Algo sobre la dirección editorial de la revista CARETAS:

La revista tiene desde hace décadas una sección de reseñas de libros titulada OLOR DE TINTA, al igual que tiene una de pintura (Lama) y una de cine (Tsang). En ella han escrito muchas personas, pero en los últimos dos años, por pedido de Jaime Bedoya, escribo casi exclusivamente yo (el casi es porque, alguna vez, apareció una de rosella di paolo, pero nada más que recuerde). La página no sale muy a menudo porque su publicación depende de los avisos y de si hay o no una nota que quite demasiado espacio. Desde hace semanas, Maribel de Paz tiene en cola una reseña mía a un libro de Juan Villoro, que hasta hoy no ha salido.

A mí me intrigó mucho que Maribel salte esa página y coloque en la suya, destinada a los eventos culturales y columnas de opinión, una reseña de Ampuero. Eso, que yo recuerde, solo sucedió una vez, y fue con un libro de Alonso Cueto, lapidado entonces por Pimentel (Maribel entonces no era editora de culturales). Supongo que Maribel, como editora, podría haber pensado que una reseña de Ampuero era más actual que una de Villoro. Pero aquí la pregunta es: ¿por qué no me pidió entonces que la haga yo? Para mí es obvio que Maribel no quería iniciar su carrera como crítica literaria, y menos aún esperaba que en Caretas se publicase un ejercicio crítico sobre la novela de Ampuero; su intención era hablar de Ampuero y ponerse "faltosa" contra el autor, como dice eduardo gonzalez, sobre todo después de haberlo visto en Ellos & Ellas una semana antes. Pero si ésa fue su intención (y esto es algo que he repetido durante todo el debate) ¿por qué utilizar el libro como excusa? Hubiera hecho un recuadro, como el que hizo Planas cuando acusó a Pataclaun y Bryce de no comprometerse con el tema político ("los que callan"), y expresar ahí directamente su opinión sobre el autor sin enmascararla en crítica literaria. De esa manera, además, permitía a los que sí queríamos decir algo sobre el libro hacer nuestra chamba (que en este contexto, por supuesto, sería ridículo hacerla luego del lío provocado por su exabrupto)

November 17, 2006  
Anonymous Anonymous said...

Yo creo que en todo este asunto no está de más considerar las circunstancias particulares en que se le hace la crítica a De Paz. El Perú es uno de esos casos extraños en el mundo en que existen diarios importantes de circulación nacional y que se reputan como medios serios que simplemente no tienen una sección de reseñas de libros. Perú 21 y Expreso, sin ir más lejos, son diarios sin sección de reseñas. Caretas, como ha explicado Iván Thays, sólo publica reseñas cuando no aparece ningún otro artículo más interesante y cuando no hay avisos comerciales que le quiten el espacio. (En mis años en Somos, permítanme contarles, las secciones de libros, cine y artes no eran eliminadas nunca, no importa cuántos avisos entraran o cuán importantes fueran las otras notas).

En un contexto como el nuestro: ¿todavía vamos a darnos el lujo de decir que las cuatro o cinco publicaciones periódicas que sí ofrecen reseñas con alguna regularidad pueden sin remordimiento alguno darles esos espacios a personas inexpertas que escriban "su opinión" aunque su opinión sea enteramente inatingente con respecto al libro comentado y absolutamente arbitraria dentro de una página cultural?

November 17, 2006  
Anonymous Anonymous said...

Muchos han pretendido plantear disyuntivas estilo Blogs vs. periodismo. Pero, en realidad, los blogs son un medio tan maleable que permiten que cualquiera haga no sólo periodismo, sino también crítica cultural.

En el texto anexado,cuando “Martín Araujo” defiende la indefendible crítica de de Paz, alega que en realidad está abogando por la libertad de cualquiera de criticar cualquier obra cultural:

"…prefiero la libertad de expresión a abogar por el gremio de los críticos competentes. Es necesario que todos opinemos sobre los libros, si los libros son los temas a discutir. Que digamos que nos gustó, que no nos gustó, ya sea respetando o violando la ortodoxia, no importando si somos academicos o no, legos o no, ingenuos o avispados. Que el camino de nuestras argumentaciones o de nuestros insultos arbitrarios esté abierto a todos. Que nuestras sospechas también. Porque más importante es asegurar el derecho que todos tenemos a decir lo que queremos que cuidarle los oídos a los críticos para que no escuchen lo que los ofende. Ofender, señores, es un derecho y, a veces, una gran virtud."

Mucho se ha hablado de cómo algunos medios saltaron a la yugular de los bloggers que pretendieron hacer periodismo durante el asunto de Federico Danton. Pero nadie ha discutido cuál es el límite entre blogs-de-crítica-cultural y un simple posteo de “por qué no me gustó tal libro/película/exposición”.

Sí, ya sé que Maribel de Paz no es blogger, sino la editora cultural de la revista más antigua del medio. Pero su crítica parecía más bien un post y creo que el texto de Araujo da pie a lo que podría ser una interesante discusión.

Así como algunos proclaman la muerte del periodismo con los blogs, ¿también le ha llegado la hora a la crítica?

November 17, 2006  
Anonymous Anonymous said...

Hace poco mas de dos años, el señor Thays escribió una crítica sobre el libro de Salinas, si mal no recuerdo lo hizo también en Caretas. Aprovechó ese espacio para atacarlo, le dijo, y cito textualmente, “Que se puede esperar de alguien con tan poco talento con Pedro Salinas”. Fue realmente una bajeza, porque tenga o no talento el señor Salinas, Thays argumentaba ad-hominem para hacer un juicio de una obra litararia. Así son a veces los críticos, no digo que siempre sean vicerales, sólo a veces. Y ahora Thays y la mafia en pleno se arañan.

November 17, 2006  
Anonymous Anonymous said...

Humildemente considero que la señorita Maribel confundió las cosas. Nadie le quita el derecho de atacar a quien quiera, cuando quiera y en la forma que considere conveniente. Eso no merece discusión. Lo que parece disparatado es disfrazar un ataque personal de nota crítica. Ese es el punto. No se trata de entrar en pelotideces del tipo "hay que tener buen gusto", porque eso es algo más relativo que el celibato. Pero yo, como lector, sí exigiría, de quien funge de crítico de algo, un mínimo conocimiento del objeto criticado. Ese mínimo conocimiento, por desgracia, no asomó en la nota que ha provocado toda esta discordia. Hay también una confusión de contextos. Una nota como la de Maribel, sin duda se hubiera leído mejor en una publicación panfletaria (sin desmerecer el panfleto por supuesto), no en la sección cultural de una medio bastante aplomado y oficial (en el sentido de institución, por si acaso) como Caretas. El problema es que suponemos que en una sección cultural encontraremos la crítica, el comentario o las impresiones sobre una lectura. Maribel, con su nota, quebró esta expectativa y dejó mal parada a la revista que la acoge. Eso es todo. No hay por qué insultarla, aventarle piedras ni condenarla a la hoguera, pero sí podemos pedirle que piense un poco más las cosas.

November 17, 2006  
Anonymous Anonymous said...

"Desde hace semanas, Maribel de Paz tiene en cola una reseña mía a un libro de Juan Villoro, que hasta hoy no ha salido.
A mí me intrigó mucho que Maribel salte esa página y coloque en la suya, destinada a los eventos culturales y columnas de opinión, una reseña de Ampuero".


1.-O sea, ahora, quienes trabajen en las páginas culturales deberán preguntarle a Thays qué editan y qué no.
2.-Es notorio que Thays no ha criticado ni le importa la reseña, sino se le ha ido encima a De Paz porque a) no le dio la gana de publicarlo, b) cómo pues se podía meter con su pata Ampuero y c) usa a de Paz como chivo expiatorio para decirle al resto: "esto es lo que les pasa, si quieren hacer crítica y no me piden permiso".

Qué se cree este huevón...

Es todo un mafioso.


ahí esta su comentario completo.

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Algo sobre la dirección editorial de la revista CARETAS:

La revista tiene desde hace décadas una sección de reseñas de libros titulada OLOR DE TINTA, al igual que tiene una de pintura (Lama) y una de cine (Tsang). En ella han escrito muchas personas, pero en los últimos dos años, por pedido de Jaime Bedoya, escribo casi exclusivamente yo (el casi es porque, alguna vez, apareció una de rosella di paolo, pero nada más que recuerde). La página no sale muy a menudo porque su publicación depende de los avisos y de si hay o no una nota que quite demasiado espacio. Desde hace semanas, Maribel de Paz tiene en cola una reseña mía a un libro de Juan Villoro, que hasta hoy no ha salido.

A mí me intrigó mucho que Maribel salte esa página y coloque en la suya, destinada a los eventos culturales y columnas de opinión, una reseña de Ampuero. Eso, que yo recuerde, solo sucedió una vez, y fue con un libro de Alonso Cueto, lapidado entonces por Pimentel (Maribel entonces no era editora de culturales). Supongo que Maribel, como editora, podría haber pensado que una reseña de Ampuero era más actual que una de Villoro. Pero aquí la pregunta es: ¿por qué no me pidió entonces que la haga yo? Para mí es obvio que Maribel no quería iniciar su carrera como crítica literaria, y menos aún esperaba que en Caretas se publicase un ejercicio crítico sobre la novela de Ampuero; su intención era hablar de Ampuero y ponerse "faltosa" contra el autor, como dice eduardo gonzalez, sobre todo después de haberlo visto en Ellos & Ellas una semana antes. Pero si ésa fue su intención (y esto es algo que he repetido durante todo el debate) ¿por qué utilizar el libro como excusa? Hubiera hecho un recuadro, como el que hizo Planas cuando acusó a Pataclaun y Bryce de no comprometerse con el tema político ("los que callan"), y expresar ahí directamente su opinión sobre el autor sin enmascararla en crítica literaria. De esa manera, además, permitía a los que sí queríamos decir algo sobre el libro hacer nuestra chamba (que en este contexto, por supuesto, sería ridículo hacerla luego del lío provocado por su exabrupto)

Saludos

IVAN

November 17, 2006  
Anonymous Anonymous said...

Thays ha colocado cuatro o cinco post donde demuestra que la única falacia que sabe descubrir (o que pretende que sabe) es el ad hominem. Calma, Ivpan, ya sabemos que aprendiste bien la clase. Ahora puedes seguir con la siguiente falacia. Entonces sabremos que ya aprendiste dos. Carita feliz para ti!

November 17, 2006  
Anonymous Anonymous said...

Resulta interesante que salga al fresco el equipo de Letra de Cambio y se presente de una vez como la entidad corporativa que desde distintos ámbitos (académicos, bloggeros y periodisticos) pretende monopolizar la crítica, la opinión y ser la aduana de las ideas. Pero los cobardes prefieren actuar en el anonimato. En cualquier minuto transmitiremos mensajes hackeados de su lista que los muestra como la cosa nostra de la crítica literaria (el Gordo Salón sirve de mesa de reuniones)

November 17, 2006  
Anonymous Anonymous said...

Viva Maribel!!!

November 17, 2006  
Anonymous Anonymous said...

Cuando se lee a Faverón, a Salas y ahora a Reátegui se tiene siempre la impresión de que están ejecutando las variantes de una mismas letanía y, lamentablemente, una misma visión de la labor intelectual. Ojo, fuera de que algunos digan que Faveron es fascista, Salas un tombo encubierto de mesa de reuniones, e incluso de que en el requerimiento de Reátegui encubre con razones morosas la fidelidad sin limites a la lógica de grupo, todos expresen una serie de supuestos que al lector bien entrenado no pasan desapercibidos. Todos ellos tienen una desmedida conciencia de su propio valor, todos suponen que ese valor los diferencia del resto, todos suponen que la adecuada comprensión de los fenómenos se ejerce con honestidad desde ellos y el resto son ataques personales (de ahí que sus sobones saben que solo les basta frotar su ego). Ninguno, que yo sepa, ha reconocido públicamente estar equivocado en algo. Son personas que si tuvieran que elegir, por decir, entre inteligencia y democracia, elegirían nietschzeanamente lo primero. No dudo que antes que democrátas se sienten aristócratas del pensamiento. ¿Podría alguno de ellos renunciar a la victoria de la polémica por los valores de la democracia? Faverón y Salas han demostrado que no. Suceque que para ellos, por encima de lo que digan, la democracia les importa un carajo si no es ejercida desde sus parametros y creencias. Sí, son burros con terno, literalmente. Curiosamente, son de la misma universidad desde donde, años más tarde de que estos individuos egresaran y hasta la fecha, se han dado interesantes movimientos juveniles pro valores democráticos e interesantes reflexiones sobre sus conflictos y contradicciones internas. En la Universidad Católica existe una especialidad de Ciencias Políticas cuyos alumnos condenarían sin lugar a dudas las creencias sobre el valor que dan a la democracia los "intelectuales regios" de la bloggosfera. ¿Cómo es posible que el mismo útero engendré hijos de tan distinta ralea? Estimo que eso debe comprenderse dentro del carácter elitista que tuvo la universidad catolica hasta bien entrados los años noventa, donde si bien es cierto hubo -proporcionalmente- abundante población juvenil de sectores no privilegiados, esta se vio obligada a articularse a los departamentos académicos bajo una lógica señorial, si es que querían desarrollar una vida intelectual. Una disciplina de rigor escolar, el culto a la personalidad del profesor, el prestigio de asociarse al discurso oficial de gazmoñéría religiosa -todo ello ya ritos casi extintos en la universidad - formaron por afirmación o negacíón (negación que dialecticamente confirma esos valores en la lógica organizativa de los rebeldes) a estos aspirantes a dictadores de la reflexión política y literaria. Conviene tener en cuenta estos factores para entender por ´qué su insistencia retórica en la moralidad, por qué su idea de la verdad y el error positivamente demostrables, por qué la frontera de la inteligencia delimitada por sus aduanas. Reproducen los vicios autoritarios de una institución académica feudal, cuyas discusiones centrales siempre concluyeron con la existencia de Dios, la Unica Verdad del Cristianismo y el drama kierkergaardiano de cómo ser católico y enfrentar a la vez toda la evidencia del mundo moderno de que eso no tiene ningún sentido. Por encima de sus lecturas post modernas, el drama de ser buenos alumnos de colegio de curas sobrevive, para mal

November 18, 2006  
Anonymous Anonymous said...

Me tomo la libertad de echar en cara a Caretas un asunto que no es este pero que muestra a las claras la poca seriedad con que se toman lo cultural: aún no anuncian el fallo del concurso del Cuento de las 1000 palabras que según las bases se anunciaría en Junio. Llevan cuatro meses de retraso y cada vez que uno los llama por teléfono dicen "esta semana sin falta"

November 18, 2006  
Anonymous Anonymous said...

Tanque de Casma dijo...
No sé si interpreto mal tus palabras, Gustavo, pero creo entender que sugieres que es válido decir que "Ampuero, por ser de tal clase social, tiene problemas para aproximarte al fenómeno de la prostitución". Me parece que decir eso, como argumento principal, en una crítica literaria sería errado.
Diez Canseco, uno de mis escritores favoritos, al no ser de origen humilde, se le tendría que dar palo por su visión idílica de la gente morena por sus Estampas mulatas.
Creo que ese tipo de comentario más se presta para un estudio de otro tipo, pero no literario.

November 18, 2006  
Anonymous Anonymous said...

Hoy llegó a mi blog Moleskine Editorial (http://vanooficio.blogsome.com/) un comentario delirante en defensa de Hildebrandt y de Maribel de Paz, que termina con la frase: "Ofender, señores, es un derecho y, a veces, una gran virtud".

Nada notable, salvo un hecho: me di cuenta de inmediato que el autor es absolutamente ignorante sobre qué es una falacia ad hominem. Quizá ése sea el problema de las reseñas y discusiones literarias últimas: la carencia absoluta no de conocimientos "académicos" sino incluso de conceptos elementales. No es de extrañas, pues, que quienes sí muestran conceptos puedan se vistos como "académicos" "oscuros" "pretenciosos", etc. Recuerdo un texto de Luis Aguirre en BATA JAPONESA en que decía algo similar a lo que dijo Maribel de Paz en su recuadro sobre qué es para ella una reseña. Luis Aguirre dijo entonces que antes, cuando era alumno: "exprimía sentidos, hurgaba significados, retorizaba y defendía lo indefendible. Ya estoy grande. Ya me aburrí de eso". Y lo que no se entendía era por qué, si había dejado de creer en la crítica literaria " seria y rigurosa, la que aplaude seguramente Piglia" aceptaba un trabajo como escritor de reseñas...

IVAN

November 18, 2006  
Anonymous Anonymous said...

A mí también me mandaron ese mensaje, Iván. Lo curioso es que quise averiguar si la firma correspondía a alguna persona real y, haciéndolo, me encontré con que el texto lo ha publicado un blogger infeliz, aún a pesar de saber que él contiene calumnias, mentiras e insultos personales, y de saber, también, que el nombre usado por el remitente es falso.

November 18, 2006  
Anonymous Anonymous said...

Como siempre que sucede con las intervenciones de Faverón o de Thays sobre estos temas, ambos caminan por una línea muy delgada en la que un paso en falso los puede llevar a dar la impresion (ojo, la impresión) de que censuran, reprimen y ajustician. Es decir, de que si por ellos fuera, Maribel de Paz de ningún modo hubiese tenido la opción de publicar su opinión en un medio como Caretas o en ningún otro en donde ellos tuvieran el poder de decisión. Así que nada de "prosa de Parkinson", nada de "demasiado Ampuero" y nada del pretexto de novela para publicitar a los amigos. Y nada, claro, del delicioso debate posterior. ¿Censura o ajuste etico a los lineamientos de lo que “debe” ser una crítica literaria? Para mí es censura, sólo que arropada en esta cacareada denuncia de los argumentos “ad hominem”, falacia lógica a veces obvia, pero que a mí no me queda clara en una crítica literaria, en el sentido de que una obra de arte no es “falsa” o “verdadera”.
Lo que yo entendí de Maribel de Paz fue: la novela de Ampuero no es mala porque Ampuero la escribió, sino: la novela, que es pésima y delirantemente estúpida, parece que no tiene otra razón de ser que la de supurar al personaje Ampuero, un escritor cuya carga publicitaria en el medio local es inversamente proporcional a su talento (digamos un RBD literario, un Servando o un Florentino). ¿Escribe Maribel de Paz sobre la novela solamente? Claro que sí, pero su hartazgo de lectora impaciente la lleva después a explicarse lo burdo en términos personales, instalada en el mundo real y con ese subtexto lleno de guiños al representante más notorio del grupo de los “regios”. Hombre, un poco de contextualización no nos caería mal.
Recuerdo un comentario del propio Faverón en un post de su blog hace meses donde concluía que la nueva novela de Saramago –Las intermitencias de la muerte- seguramente era uno de “receta” porque las últimas novelas del portugués habían sido de ese tipo. ¿Argumentación ad hominem? Por supuesto, y aquí peor que en lo de Paz, porque aquí sí era: la novela no debe ser tan buena porque la ha escrito Saramago. Por cierto, Faverón sólo se guiaba de un resumen del argumento. No me parece criticable, sólo digo que en nuestra vida diaria nos dejamos llevar por estas falacias, falacia en la que no creo hasta ahora que de Paz haya caído.

November 18, 2006  
Anonymous Anonymous said...

Thays hace algunos meses comentó la novela de Philip Butters –ninguna luminaria literaria, sin ningún lobby y un blanco fácil para un reseñista-, pero sí un personaje muy divertido en la televisión (si es que aún sigue ahí). Thays escribe el siguiente párrafo sorprendente en el que, creo, viola todas las reglas que él mismo exige a de Paz:
“Lo realmente significativo y sorprendente hubiese sido que Butters aporte pruebas para respaldar todas esas afirmaciones (en su novela, agregado mío). Es decir, si hubiera hecho periodismo de investigación o, aún mejor, una crónica novelada a lo Norman Mailer o Truman Capote. Pero eso no ocurrió, por lo que Muerte súbita no deja de ser un compendio de chismes que, en algunos casos, son incluso calumnias, cuando brinda todos los datos para que se identifique al “modelo” que influyó en la ficción, pero se abstiene de colocar nombres y apellidos auténticos para evadir la responsabilidad judicial.”
Aquí el crítico va más allá: le pide a una novela, a una ficción, que aporte “pruebas”, y le reclama al autor por abstenerse de colocar los nombres reales. ¿Estamos en el mundo al revés? Sin duda, pero, a pesar de todo, entiendo lo que quiere decir Thays porque somos inteligentes y porque comprendemos hacia dónde quiere ir su reseña: Butters es un periodista deportivo y su ficción no estuvo a la altura de sus encendidos comentarios en la TV, ficción que más bien usó –según Thays- para sus propios ajustes personales. ¿Bueno como comentario? Por supuesto que sí, pero jalado en lo que a reseña profesional ortodoxa se refiere. Señor Thays, si usted hubiese sido su editor, usted mismo no aprobaba su texto. Y, la verdad, nunca leí que Faverón le hubiese recomendado a Thays no volver a hacer una crítica.

November 18, 2006  
Anonymous Anonymous said...

Hay que recordar que Ampuero no es tan inocente en estos asuntos porosos entre la realidad y la ficción. El enano fue una novela teledirigida a César Hildebrandt y él mismo se ufanaba, según leí en una entrevista, de las reacciones que había provocado. Así que usar la ficción como instrumento para asuntos personales no es nada extraño en Ampuero. Es más, parece ser parte de su “poética”.

November 18, 2006  
Anonymous Anonymous said...

No hay que olvidar que fueron dos veces que Gustavo Faverón insistió en que fue Jaime Bedoya de Caretas quien le pidió hacer una sinopsis de su post para la revista. No puedo ni siquiera imaginarme lo que pasó en esa redacción para que una desautorización de tal calibre apareciera. Pero no es necesario que nos imaginemos. El propio Thays lo dice en Moleskine Editorial: Caretas se dio cuenta de que había metido la pata al publicar una reseña, digamos, de tan poca “seriedad” y quiso enmendar su error colocando el texto de Faverón disfrazándola como una práctica de tolerancia. Hay que leer entre líneas, hay que ser perspicaz. Como el propio Thays dice es realmente impensable que una crítica de la crítica aparezca en el mismo medio y en la misma sección.
¿Qué sucedió? Ya vimos que nadie en Caretas le hizo caso a Butters cuando refunfuñó por el comentario tan desorientado de Thays y, valgan verdades, hemos leído reseñas bastante más agresivas en un medio caracterizado por su agudo sentido de la ironía. Además, Caretas ha tenido batallas mucho más complicadas y ejemplares en el terreno de la política. ¿Entonces qué cambia? ¿Cuántas llamadas y mails fueron necesarios para que la presión fuese tanta que Jaime Bedoya se viera obligado a pedirle a Faverón la reproducción, en sinopsis, de su texto? ¿Quién hizo esas llamadas? Si no vi mal, la primera versión del post de Faverón donde daba noticia de su comentario en Caretas no contenía el primer párrafo, la mención a Jaime Bedoya. Es claro que quiso después hacer un deslinde: no hablo en defensa de Ampuero, parece decir, hablo porque este medio independiente –no El Comercio- me lo pide. Ergo, la objetividad y honestidad de los reclamos están garantizados.
El proceder de Caretas fue, mi juicio, absolutamente decepcionante. ¡Los medios no desautorizan públicamente a su redactor por una opinión! ¡Los medios no se desautorizan públicamente porque una crítica no estuvo a la altura de un curso en la universidad! Un medio se desautoriza por dos razones: o porque dio una información falsa que quiso pasar como factual (y en ese caso prefieren poner el desagravio en letras enanas en un rincón) o por presiones. Jaime Bedoya, periodista, a instancias de presiones, publicó el comentario de Faverón que hacía añicos a Maribel de Paz por un texto que él mismo, como editor, había previamente autorizado. Cuando uno recuerda que Fernando Ampuero fue editor de Caretas en algún momento nos sentimos tentados a especular un poco, pero la verdad es que no podemos decir más a la luz de las evidencias escritas y bloggeras.

November 18, 2006  
Anonymous Anonymous said...

Sobre la columna –estupenda, dicho sea de paso- de César Hildebrandt en La Primera que tiene como personaje a Tavo, o sea, Gustavo Faverón, en la que escribe lo que opina de él. Cada vez que alguien me ha pedido argumentar por qué alguien me cae bien o mal no pienso si estoy siendo lógicamente correcto. Así que pedirle a Hildebrandt que “argumente” una opinión personal sobre el carácter personal del crítico es bastante extraño y mucho más extraño pensar que ese texto sea una especie de cortina de humo para no hablar de lo realmente medular, según Faverón, que es su estudio de la antología Toda la sangre. Hildebrandt, supuestamente, estaría evitando hablar de los críticos de la antología, es decir, de esas voces disonantes que tienen un tufillo medio filosenderista que, a su vez, criticaron duramente a Ampuero en el debate “andinos vs. criollos”. Hildebrandt estaría apañando a “simpatizantes” de Sendero porque su odio a Ampuero es superior.

Pero no. si Hildebrandt quiere hacer algo con su columna es desautorizar al crítico Faverón y sugerir al lector que tome con pinzas todo lo que él pueda decir. En ese sentido, esa discusión es superior a la del libro. Veamos, la idea central, según entiendo, de la columna es la siguiente: Gustavo Faverón es un buen crítico, pero un crítico deshonesto. Es decir, que se deja llevar por simpatías o antipatías personales al momento de lanzar un juicio literario, juicio que logra pasar por objetivo gracias a sus extraordinarias dotes para la retórica y el laberinto argumental. ¿Hay alguna manera de probar eso? No, no creo que haya forma. Solamente uno puede dejarse llevar por algunas señales.

En setiembre Faveron escribió lo siguiente:
“Mi autoimpuesta cura de silencio, que me impide reseñar (por ahora y, básicamente, hasta que me dé la gana) los libros de mis amigos, me ha quitado el placer de comentar El fondo de las aguas, de Peter Elmore, que leí en su primera versión hace dos años y en su versión reciente ahora mismo.”
Es una afirmación que me llamó mucho la atención desde que la leí, porque hablaba de una autoimpuesta cura de silencio y de los amigos. ¿Por qué tendría un reseñista que autoimponerse una cura de silencio con los libros de sus amigos? ¿Porque no sería elegante? ¿Porque no sería ético? ¿Porque las simpatías realmente pueden torcerle a uno el entendimiento de modo que uno vea prados maravillosos donde solo hay un desierto seco? No lo sé. Sólo sé que si alguien como Gustavo Faverón mencionó el tema es porque el juicio y la amistad son conceptos que para él sí pueden mutuamente influirse y porque, para la opinión pública y en un medio como el literario, la credibilidad es muy importante.

Mi último punto es justamente el de la credibilidad. Más allá de ser competente como crítico o no, en periodismo lo más importante es la credibilidad. Y la credibilidad es algo que se va construyendo con el tiempo. Por ejemplo, es fundamental que la opinión pública piense que tu denuncia tiene algún asidero y que no está movida por interesessubterráneos. Del mismo modo, en una reseña literaria periodística –donde el thumb-up o el thumb-down son constitutivos de su esencia- siempre quedarán algunos cabos sueltos que no están completamente y del todo argumentados y que los lectores –que generalmente no han leído el libro- van a tomar con confianza o desconfianza según sea la firma al final de lo escrito. Cuántos adjetivos han sido lanzados sin ningún tipo de “prueba” detrás. O cuántas argumentaciones supuestamente impecables vienen con truco. El papel aguanta todo.
Así que este caso de Ampuero –sobre una novela, a todas luces, pobrísima- me da a entender que sí, que hay presiones, que si Faverón no ha escrito nada sobre Puta linda (decir que tiene “bemoles” no es nada para un crítico que siempre se ha caracterizado por opinar apasionadamente sobre todo lo que se mueva) es porque de verdad se pondría en un aprieto con su amigo Ampuero (¿queda alguna duda de que es su amigo?). ¿Alguien se imagina una mala reseña de Ampuero en El Comercio? .

November 18, 2006  
Anonymous Anonymous said...

“¿Cuántas llamadas y mails fueron necesarios para que la presión fuese tanta que Jaime Bedoya se viera obligado a pedirle a Faverón la reproducción, en sinopsis, de su texto?” Te puedo decir que ninguna. Jaime Bedoya es un periodista con la suficiente solvencia y experiencia como para rechazar la llamada de cualquiera, Ampuero, Alan García o el mismo Zileri si viene el caso. Si no sabes eso, no lees CARETAS.

Del mismo modo, decir que mi reseña sobre la novela de Philip Butters es igual que la de Maribel, es decir que contiene argumentos ad hominem, es delirante. Si lees bien el párrafo que has citado, y lo lees además en el contexto de la reseña, te darás cuenta de que lo que digo es una cosa concreta: si la intención de Butters era denunciar a los empresarios del fútbol, debió hacer un trabajo de investigación y mostrar documentos en vez de presentar a los personajes con nombres cambiados pero con los mismos oficios, para que los implicados puedan identificarlos, porque eso es caer en el chisme cuando no en la calumnia. ¿Es eso un argumento ad hominem? Si yo le digo a alguien que ha escrito una novela sobre peces, que en ella se da tanta información que el autor debería hacer un libro de investigación antes que una novela, porque en ésta la información tan detallada es un lastre ¿también es un argumento ad hominen? Mi crítica se enfocaba en la naturaleza o el género del libro, no a Butters, porque decir que un libro contiene calumnias no es lo mismo que decir que X es un calumniador. Y no es un juego de palabras. Si yo digo: “Como Philip Butters es un conocido calumniador y por tanto su libro es una gran calumnia” estoy dando un argumento ad hominem. Pero si digo textualmente: “Muerte súbita no deja de ser un compendio de chismes que, en algunos casos, son incluso calumnias, cuando brinda todos los datos para que se identifique al “modelo” que influyó en la ficción, pero se abstiene de colocar nombres y apellidos auténticos para evadir la responsabilidad judicial”, no estoy aludiendo al autor del libro sino a lo que LEO y califico en el libro. ¿Te quedó eso claro o necesitas más ejemplos?

Lo que yo quería que quede claro, y estoy seguro de que lo está, es que una cosa es inspirarse en una persona real para crear un personaje, y otra muy distinta meter a un personaje real con todos sus rasgos y datos, cambiarle apenas el nombre, y ampararse en la ficción para imputarle toda clase de vicios o problemas legales. Lo que le decía es que ahí también había un tema de calumnia, como es calumnioso que Hildebrandt diga Tavito a Gustavo Faverón y luego le indilgue una serie de actitudes mafiosas… si Faverón decidiera entablarle un juicio a Hildebrandt por llamarlo “mafioso” ¿Hildebrandt se escondería diciendo que él mencionaba a “Tavito” y no a Gustavo?

Por lo demás, Caretas sí le hizo caso a Butters: puso una carta suya en la sección Correspondencia. Aunque de ella borraron, entre otras cosas, la parte en que me llamaba inmoral y decía que mi reseña era negativa por estar coludido con Lombardi. Además, eso sí está, decía que mi oficio de escritor era un “vano oficio”, descontextualizando el título de mi programa de TV para usarlo en mi contra. Todos esos argumentos, obviamente, eran argumentos ad hominen porque no rechazaban lo expuesto en mi reseña sino el que yo la haya escrito. ¿Ahora sí captas la diferencia?

FINALMENTE, solo debo decir que tu carta ha servido para replantearme mis reseñas literarias. Si opinas que yo soy un “buen reseñista” y luego calificas de “estupenda” la porquería llena de agresiones, calumnias y carente de cualquier argumento válido (porque hasta para descalificar a alguien hay que usar argumentos, por si acaso) de Hildebrandt, es porque algo debo haber hecho muy mal.

November 18, 2006  
Anonymous Anonymous said...

Se ha estado diciendo que quienes han criticado las reseñas de Rodríguez Ulloa y Maribel de Paz lo han hecho con el afán de silenciar cualquier crítica contra Ampuero. Revisando los textos siguientes se notará que no es así.

En primer lugar, la reseña de Olga Rodríguez Ulloa. Dije que era una mala reseña y, oh maravilla, la gente de Correo fue más rápida que un rayo a pedirle a Beto Ortiz que nos insultara un poco a Ampuero y a mí. En la reseña verán verdaderos prodigios: una comentarista que pide regalos a la editorial públicamente y se refiere a su propio oficio como el de "tasar así nomás, al ojo".

En segundo lugar, la reseña de Maribel de Paz en Caretas. Ya se sabe: falacias, mucha rabia contra el escritor y poco que decir sobre el libro. Hice esa observación y apareció su ex jefe para inventarme una biografía completa en cierto diario semiclandestino.

En tercer lugar, la reseña de Javier Ágreda en La República. Ágreda dice que la novela de Ampuero es fallida. Lo dice argumentando sus razones y ciñéndose metódicamente al texto. Eso vuelve a la opinión de Ágreda la única expresión seria en la crítica contraria al libro.

En cuarto lugar, el comentario de Ricardo González Vigil en El Comercio, donde el crítico saluda la novela como un "feliz tributo" al tópico de la "puta orgullosa de serlo". Una vez más: un comentario argumentado y claramente expuesto; en este caso positivo y no negativo como el de Ágreda.

Finalmente, un texto publicado hoy por Abelardo Oquendo, también en La República. Entre otras cosas, Oquendo hace notar lo curioso que es acusar a Ampuero de ser algo así como la niña de los ojos de la crítica en los medios hegemónicos: no sólo Correo, Caretas y La República han publicado textos negativos sobre la novela, sino que los dos primeros han sido encarnizados y ad hominem. La evaluación de Oquendo es positiva. Hay que lamentar que el espacio de su columna sea demasiado breve para desarrollar sus ideas finales.

November 18, 2006  
Anonymous Anonymous said...

Las niñas malas de nuestra época parece que ayudaran más a vender, desde las portadas, que a hacer buena literatura. Una excepción memorable en el último medio siglo es –aunque su título alude apenas al viejo oficio- El jardín de las bellas durmientes, de Yasunami Kawabata, donde las bellas, narcotizadas o muertas, no lo ejercen, propiamente.

November 18, 2006  
Anonymous Anonymous said...

Es primera vez que me atrevo a escribir en este sitio, a pesar que me habian hablado tanto en contra. Lo hago por que últimamente empiezo a notar(algo sorprendido) la relación que hay entre cierta crítica literaria bloggera, con la selección de futbol, con ciertos jugadores de futbol, es curiosa la manera como se estan empezando a parecer. Las actitudes y prepotencias del señor Gustavo Faveron son muy parecidas a los engreimientos y prepotencias de Pizarro, que cuando le viene en gana juega o no juega para la selección, y encima le pone condiciones a la dirigencia para sacar a Franco Navarro. Así como cuando el señor Gustavo Faveron de una manera arrogante desautoriza malcriadamente a cualquiera que no opine como él, convirtiendo su blog en una muestra de autoritarismo al exigir que todo aquel que quiera participar se identifique(como los locales VIPs que se reservan el derecho de admision), sino su opinion no solo queda descalificada, sino que simplemente no existe. Escudandose en las ofensas que pueden vertir estos usuarios(como estos locales VIPs se sentirian ofendidos con la sola presencia de gente que no califica para sus estandares). A ambos les falta algo de humildad, uno juega en el Bayern de Munich y el otro estudio en Cornell, si pudieran aprender un poco de Gaston Acurio que estudió en Le Cordon Bleu y no le hace tantos ascos a nuestra cultura y a nuestra idiosincracia.

November 19, 2006  
Anonymous Anonymous said...

Facheron y Vicoral (o viceral): Dicen que la reseña del tio Okendo sobre Puta Linda es positiva. Na, señoritos, no es positiva, ni negativa, se queda ahi en punto medio, en los suspensivos (lo cual es tipico del tio Okendo y su gusto por hacerse al disforzado e intrigante: "preguntenme, preguntenme...")
El tio Okendo esta englobando a todas las novelas recientes sobre prostitutas bajo el comun denominador de ser textos literariamente mediocres hechos simplemente para vender - osea, literatura emputecida o de novelistas putos -al menos putos momentaneos- entre los que menciona a Vargas Llosa, a Garcia Marquez y -salvando las distancias abisales- a Fernando Ampuero. Si eso es un comentario positivo, par de papanatas, mejor que se guarde el reseñista tantos elogios. Lo unico medianamente positivo que apenas menciona y no elabora el tio Okendo es que Ampuero tiene buena mano para hablar del sexo: es decir, le da un empujon de ventas erotizador, un subliminal coscorron y guiñada de ojo como aperitivo para la lectura de adictos a la pornografia.

November 20, 2006  
Anonymous Anonymous said...

Bien leido, el comentario 8:42 es del propio franelon. Todo para demostrar que él sí es Vip.

November 20, 2006  
Anonymous Anonymous said...

Dice Thays que hay que ser honesto y no "enmascarar" de crítica literaria las vendettas personales, al menos eso se desprende de este párrafo:

"Para mí es obvio que Maribel no quería iniciar su carrera como crítica literaria, y menos aún esperaba que en Caretas se publicase un ejercicio crítico sobre la novela de Ampuero; su intención era hablar de Ampuero y ponerse "faltosa" contra el autor, como dice eduardo gonzalez, sobre todo después de haberlo visto en Ellos & Ellas una semana antes. Pero si ésa fue su intención (y esto es algo que he repetido durante todo el debate) ¿por qué utilizar el libro como excusa? Hubiera hecho un recuadro, como el que hizo Planas cuando acusó a Pataclaun y Bryce de no comprometerse con el tema político ("los que callan"), y expresar ahí directamente su opinión sobre el autor sin enmascararla en crítica literaria."

¿Ya no se acuerda Gagarin de sus propias vendettas, o cómo llamar a la reseña que publicó del libro de Pedro Salinas, APENAS UN PAR DE MESES DESPUES DE HABER TENIDO UN VIOLENTO INTERCAMBIO EPISTOLAR CON EL? ¿No fue eso un ajuste al mejor estilo Corleone? Modelo de reseña periódística éticamente intachable:

NOSTALGIA EDULCORADA
Estamos ante 180 textos breves, fugaces instantáneas de una infancia irrecuperable, presentados como la lectura de un álbum de fotos que va revisándose página por página, buscando descubrir lo que hay detrás de aquellos objetos visibles capturados por el lente fotográfico y aquellos otros, los aparentemente invisibles, capturados por la nostalgia. Mezclados con los padres, los abuelos, los hermanos, los primeros amores, los amigos de infancia y los de colegio, aparecen los héroes de las series televisivas, los comics y los dibujos animados que pueblan la imaginación de este niño que prefiere la tele al cine, que reconoce haber aparecido en comerciales como un bebe sano y feliz, y nos somete a un inventario de travesuras: desde las más inocentes hasta aquellas que marcan el paso a la pubertad, como el estreno sexual con una almohada que hace las veces de Bárbara Eden. ¿Parece interesante, verdad? Podría serlo, pero en manos de un autor con tan escaso talento como Pedro Salinas las buenas intenciones naufragan. El primer atentado contra el libro es la incapacidad del autor para crear ternura en el lector. Una sarta de diminutivos no es suficiente para darle a la narración el tono “entrañable” que anuncia la contratapa. Por otro lado, su pretensión de ser simple e ingenuo –lo que los críticos de arte llamarían naïve- fracasa ante las frases poco inspiradas (“la tele era como un chocolate Sublime para mis ojos”) y el sinfín de edulcoradas naderías y chistes fáciles a los que reduce aquel territorio complejo, riquísimo y sutil como es la infancia. En los momentos de mayor soltura, el autor goza recordando el olor de los pedos del padre del protagonista, las frases del abuelo o el color de los calzones de la miss Chela (amén del glosario de chauvinismos, racismos e histerismos de una familia de clase media arribista), pero cuando se pone reflexivo es indigesto: “Es extraño el ser humano. Llora cuando está triste y llora cuando está alegre. Pero llora siempre”. Todos sabemos que los padres primerizos gozan contando las anécdotas de su hijos como si fueran genios, para horror de sus amigos que no saben qué cara poner ante esas “genialidades” sin mayor gracia, salvo para los padres. Es comprensible y aceptable. Lo que es inaceptable es que un autor quiera conmovernos contando las ridículas “genialidades” que hacía y decía él mismo –o su alter ego- hace 40 años. Solo una vanidad cabalgante y la total falta de autocrítica puede explicar –pero no justificar- que Pedro Salinas haya intentado fallidamente convertir este material de sobremesa para reencuentro familiar en una obra con pretensiones artísticas. Aunque quizá estoy sobrevalorando sus intenciones, y lo único que quería el autor era publicar una superficie plana para hacer dedicatorias a sus amigos y familiares. Si es así, vale.

November 20, 2006  
Anonymous Anonymous said...

LO QUE NADIE DISE ES QUE IVAN THAYS ANDA BUSCANDO CHAMBA PORQUE SE LE AKABO LA TETA DE OSINERG (OSIQUÉ?).SERA THAYS EL PROXIMO EDITOR DE CULTURALES EN CARETAS? AL MENOS YA HA IDO A LA REVISTA VARIAS VECES PARA HACER SU LOBY FEROZ.

November 21, 2006  
Anonymous Anonymous said...

Lean lo que dice Thays ahora mismo:

"" Confieso con no poca verguenza que me encantaría leer este libro ya mismo. Será que a pesar del pluriempleo soy un ocioso al que le gusta "retorizar". O simplemente un estúpido. ""


A confesion de parte, relevo de pruebas.


Posteen eso por favor.

November 21, 2006  
Anonymous Anonymous said...

ESTIMADOS IVAN, GUSTAVO, ALONSO. OIDO A LA MUSICA:

El mundillo literario se ha distinguido, desde antiguo tiempo, por sus permanentes rencillas, iniquidades de todo tipo, indecentes omisiones voluntarias (sin mencionar las otras), injusticias en la distribución, camarillas, amistades, compadrazgos y odiosidades al por mayor, por citar sólo algunas de las características de tan refinado ambiente. Las editoriales arman concursos que terminan ganando los amigos del dueño (o editor jefe) de la editorial; se entrevistan unos poetas a otros, se referencian unos escritores a otros, se autocitan, se publican entre ellos, se reparten premios y fondos concursables, en un largo juego, que no por su extensión temporal y política deja de provocar tedio y asco.

Basta escarbar un poco en la corteza, y sumar dos más dos, para obtener una conclusión que a primera vista parecerá descabellada, pero que a poco andar representará fielmente la realidad de este "mundillo" y el método que utiliza para organizarse, acaso desde siempre.
Las Políticas de Estado seguirán premiando según favores concedidos. Los grupos de "poder" seguirán entrevistando a sus amigos. Las editoriales seguirán marcando el paso entre la elección del consagrado, el hijo del amigo (o el amigo directamente) y el que paga. El Gran Jefe editorial realiza apologías a sus elegidos, apologías que después le son devueltas. Y así van todos: una mano lava la otra, hoy por ti mañana por mí, etc. Poco tiene que ver el talento, en este caso, si no va acompañado de al menos un respaldo: redes sociales o financieras, principalmente.

"Los que rodean al artista por lo general son zarigüellas putrefactas, que, acostumbradas a su mediocridad, realizan piruetas gigantescas para llamar la atención de las mentes más débiles, se acercan a quien puede servirles de algo, lo roban, lo desangran hasta que, ya supuestamente llenos de talento, se alejan por el campo, buscando otra víctima a la que devorar. Por eso lo mejor es apartarse, vivir solo, embriagarse y escribir. A mí déjenme solo; me gusta conversar con Dostoievski, Artaud o Nietzsche. Y para eso necesito libros y tranquilidad. Nada más. Nadie más." (L. F. Céline).

November 22, 2006  

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