Wednesday, August 23, 2006

OTRA PRIMICIA EN PUERTOELHUECO

PRIMICIA, publicamos el famoso cuento Veredas, de un Bombardeado ex escritor y hoy dizque critico, dos paginas y media in extenso, respetando su peculiar estilo experimental, que tiene por cierto unos toques, de los cuentos escritos por Daniel Salas en las servilletas de la cafeta(mismo Matin Adan). Para mi es un placer colocar este texto con la esperanza de que, según conversamos, puedan seguir llegando mas cuentos de tan ilustre escritor. No recuerdo un caso, en la literatura peruana, en que un primer cuento haya causado tanta expectativa y, a la vez, haya tenido tan mala suerte editorial, como le sucede a Veredas. En la blogósfera la han coronado y la han vapuleado personas que, en ambos casos, la conocen apenas por tramos brevísimos, e incluso se ha hecho circular rumores acerca de envidiosos y malvados que hacen lo posible para que el texto no vea la luz (evidentemente, el líder de esos malosos es un servidor).

VEREDAS

Texto: GUSTAVO FAVERÓN

LA HISTORIA DE UN JUBILADO QUE, COMO NO TENÍA OTRA COSA MEJOR QUE HACER, DECIDIÓ MUDARSE A LA VEREDA DE ENFRENTE DE SU CASA Y VER COMO ERA EL MUNDO DESDE ALLI.
La mañana del primer día, Caicedo decidió gastarla en averiguar cómo se veía el mundo desde la otra vereda. Compró el diario en un quiosco a siete calles de su casa, y una revista de fútbol, y aunque casi los había terminado de leer mientras hacia el camino de vuelta, prefirió llevarlos consigo cuando fue a apostarse sobre un banquito de madera en la puerta de los Paz. (SIGUE EN EL PRIMER COMMENT)

45 Comments:

Blogger DINTILAKO said...

(SIGUE)

Antes llamó, pidió permiso, les parecerá raro -se excusó-, pero no tengo idea de a qué otra cosa puede entregar su tiempo un jubilado. En vista de que nadie opuso reparos, se sintió en libertad de disponer también una mesita plegable, un vaso de limonada batida y un puf pequeño y rechoncho para apoyar los pies cuando la inmovilidad, esa condición que ahora parecía colmarle el horizonte, le comenzara a congelar los huesos. Hacia el mediodía, entró en su casa un par de minutos, lo justo para devolver el banquito a su lugar habitual en el patio posterior, y cruzó la calle de regreso a su nuevo territorio arrastrando con visible trabajo un pesado sofá de corduroy color caramelo con patas Luis XIV.
Durante las horas siguientes, se dedicó con risueño desenfado a ignorar, incluso a despreciar la grosera indiscreción con que algunos transeúntes volteaban a balbucir entre ellos al toparse con su insólita presencia en mitad de la vereda. Intuyó, más de una vez y con molestia escondida, el temeroso desdén con que otros preferían emprender una laboriosa circunnavegación, rodeando su predio callejero y bajando hasta la pista para no invadir ese espacio que -debió suponer- aceptaban como ajeno. Tras sopesar mejor la actitud de estas personas, decidió que era una muestra de respeto, tal vez por sus canas, tal vez por su innegable dignidad. Una reacción que, desde luego, debía agradecer cada vez con una gentil. no muy pronunciada inclinación de la cabeza. Más difícil se le hizo interpretar el rostro de contrición con que una viejecilIa esmirriada y sin duda bastante idiota dejó caer una moneda de cincuenta centavos en el vaso de limonada ya vado. Poco antes de las ocho, cuando la noche acababa de cerrarse y una brisa suave y serpenteante comenzaba a soplar a lo largo de la calle. Caicedo eligió pasar las horas de sueño bajo techo y se refugió en casa.
A las seis de la mañana siguiente, pidió a un muchachito que pasaba por allí una mano para reconstruir su morada diurna. De su experiencia el día anterior, coligió la necesidad de acompañar su mobiliario con un breve ajuar, algo muy modesto, apenas una colección mínima de cosas imprescindibles: un lapicero y un crucigrama, una jarra de cristal con limonada suficiente para abastecerse durante las horas de calor, una tijera de uñas, una guía telefónica para urgencias e imprevistos y una manta de lana. Consideró impropio pedir permiso nuevamente a los Paz, pero, aun con eso, golpeó a la puerta para anunciar su inminente instalación y presentar sus saludos a la señora. Según fue levantándose el sol en el cielo, notó con regocijo que algunas caras, montadas en cuerpos distintos, más o menos arrugadas y variando empeñosamente sus gestos, se repetían con frecuencia inusitada. La de este niño, por ejemplo, no era otra que la del guardia que custodiaba la puerta del banco hasta la diez. y ésa, a su vez -cómo engañarse si el truco se mostraba con tamaña evidencia- o era sólo una versión borrosa y un tanto raída de la cara del menor de los Paz. Divertido con la sutileza de su hallazgo, Caicedo concilió un sueño grato y reparador, del que despertó sólo en lapsos fugaces, pero con la lucidez precisa para confirmar que las imágenes en su cabeza no eran producto de una desconcertada y batiente duermevela -como le había ocurrido en las noches previas- sino las preciosas consecuencias de la más absoluta placidez. En su último guiño a la negrura de la noche. Caicedo meditó, ponderó y descartó la idea de volver a casa, a arroparse con esas antiguas sábanas de lino que aún llevaban bordadas, en un copioso juego de arabescos, sus iniciales y las del nombre de su esposa. Dibujando una sonrisa por lo descabellado del proyecto, durmió para levantarse recién al otro día, pasar una jornada sin sobresaltos, y dormir nuevamente.
A las once de la mañana de un día que parecía jueves, cuando el calor del sol le empezaba a repartir cosquilludos hincones en la nuca, Caicedo decidió entrar en la casa. Recorrió cada cuarto y estancia desatendiendo al sonido de una voz que le anticipaba los menores detalles como si su monótono discurso fuera el dictado de un memorioso inventario: cuando dobles por ese corredor, verás los trofeos que casi sin esfuerzo ganaste en el concurso de canto de Radio Nacional, y al salir por la puerta del fondo vas a encontrarte con la repisa de la loza china, los fragmentos del monociclo, las siete cajitas de dominó. Lo intranquilizó, del mismo modo en que tantas veces antes le había sucedido, comprobar el fastidio que ocasionan las palabras de quienes siempre creen saberlo todo.
El dudoso alivio de la señora Paz -la atónita paz de la Paz-, que había observado la retirada de Caicedo encaramada en una atalaya de colgajos y tendiles en la azotea, terminó de súbito media hora más tarde, cuando vio emerger nuevamente la figurita muda y panzona con una gran bolsa de plástico y un colchón de espuma difícilmente equilibrados a la torera sobre los hombros. La mujer bajó atropellándose por la escalera, trotó por un pasillo y luego por otro y asomó la cabeza por una ventana para confirmar lo que ya para entonces era una irrebatible certidumbre: ese hombre estaba allí para quedarse.
En los días y semanas siguientes, Caicedo asumió con rigor deportivo las premisas de una inquebrantable disciplina. Se levantaba a las seis menos cuarto, enrollaba la manta y la dejaba deslizar por un entresijo de la mesa portátil, hacía otro tanto con el colchón, que arrumaba contra la pared de los Paz, practicaba unas pocas flexiones, sólo por no descuidar los formalismos de una vida que debía parecer saludable, y salía a dar un recorrido por la manzana. En el curso de ese trayecto rutinario, entraba en el banco, retiraba cinco soles con un trámite silencioso, hacía en la panadería su segunda estación y llevaba siempre de allí los ingredientes para un idéntico menú: cinco panes y ciento veinte gramos de jamón inglés. Por las noches, una señora de aspecto incontrovertiblemente maternal detenía su carretilla en frente de él para ofrecerle una compasiva taza de emoliente, que Caicedo aceptaba solo por compromiso, y algunas veces un par de picarones que a su juicio destilaban mucha más grasa de lo aconsejable. Jamás, sin embargo, se atrevió a publicar sus objeciones, que disimulaba con mil engreimientos, y sí, en cambio, una que otra noche se sintió de ánimo para invitar a la mujer a descansar un rato las piernas en su precario bungalow. En esa envolvente similitud de unos días con otros, apenas lo trastornaba la aturdida insistencia con que la gente, tanto en el banco como en la panadería, e incluso la mujer del emoliente, recurría en dirigirse a él con ese nombre ajeno, carente siquiera de un ligero poder evocativo. Caicedo. Pasaron varios meses y quizás años desde esa extraña emancipación, y un día Caicedo vio una montanera de hombres irrumpir en la casa de enfrente, una casa ya desconocida y por mucho abandonada que solo causaba en él la desazón de un indescifrable y superado insomnio. Observó cómo las puertas eran forzadas y las ventanas sufrían pasivamente el tormento de palancas y empujones y vio, con un deleite que no supo explicarse, cómo los hombres entraban y salían portando, en la fila de esa interminable y ululante caravana, una numerosa colección de objetos inútiles: catres herrumbrosos, lámparas de pie con pantallas de pie con pantalla pergamino, reproducciones amarillas de cuadros con ese repelente toque de amaneramiento inevitable en los prerrafaelistas, estantes cariados, las partes inconexas de un viejo monociclo. Acabado el acecho y esfumado el hormiguero de eventuales visitantes, la casa quedó hueca y solitaria como un cáliz después de la misa. Sin apurarse a formular otras conjeturas, Caicedo supuso que los habitantes de esa decorosa residencia -de cuyo trato no recordaba haber gozado nunca- habrían fallecido, y no los envidió ni entonces ni cuando a media tarde descubrió junto a la puerta, pegado con obvia dejadez, un letrero rectangular que en letras de molde anunciaba la venta de la casa.
Los días venideros los tuvo ocupados en estudiar la apariencia de los posibles compradores, en evaluar su potencial en caso de que se integraran al barrio y en construir bizarras hipótesis sobre sus historias personales. Concluido el proceso, supo en definitiva que quienes resultaron ser los nuevos dueños, los cinco miembros de la familia Otero, no eran sus preferidos, pero en todo momento evitó tomar el asunto como una cuestión personal. Por otro lado, la llegada de los flamantes propietarios reanimó su costumbre de hurgar en las similitudes entre unos y otros personajes del vecindario, y, ya diestro en el juego de su propia invención, sólo tuvo que rendirse ante la imposibilidad de precisar por qué el rostro del Señor Otero le recordaba, sin asomo de error, otro que alguna vez había conocido. Tal falla de memoria la atribuyó, por supuesto, a las muchas vueltas que da la vida, y, terminado así el conflicto, el aire de novedad propició en él la intención de cambiar su rutina: el primer día de su nueva vida, banquito en mano, decidió gastarlo Caicedo en averiguar cómo se vería el mundo desde la otra vereda.

Dominical de El Comercio, 8 de abril del 2001, p 6-7

August 23, 2006  
Anonymous Anonymous said...

Bonita historia

August 23, 2006  
Anonymous Anonymous said...

Dejen de envidiar a facheron y sus amigos y vayan a su casa a tratar de escribir un cuentito como ese, modesto, simple y de mucho significado.

August 23, 2006  
Anonymous Anonymous said...

"mientras hacia el camino"
falta acento en "hacia",

August 23, 2006  
Anonymous Anonymous said...

Tal vez si hubiera evitado palabras como "circunnavegación", hubiera mantenido la sencillez del cuento, en donde, reside su encanto. Aparte de eso no está mal.

August 23, 2006  
Anonymous Anonymous said...

Tal vez si hubiera evitado palabras como "circunnavegación", hubiera mantenido la sencillez del cuento, en donde, reside su encanto. Aparte de eso no está mal.

August 23, 2006  
Anonymous Anonymous said...

De qué estan hablando los amigos del Rabino Gushtav ibn Ruaj?? Una cosa es un cuento sencillo y otra muy diferente un cuento simplón. Salas, Facherón y compañía seguro caliicarían de novelas "modestas" y "simples" pero como Ivan esta peleado con Jaime... ahh... con razon...
Por lo demás, este es un cuento aburrido, con un protagonista sin encanto y que nunca consigue generar un mínimo de simpatía o identificación. Agradezcamos a Puertoelhueco y al archivero del mercioco que este cuento salier a la luz para comprobar que como escritor Facheron era buen crítico y eso...
Ademas, a Page, el anonimo de las 10:12 y 10:13: deja de mandar a la gente a escribir cosas simples. ¿Acaso porque un cuento es simple y modesto es mejor que uno complejo y enrevesado? Entonces quememos todos los ejemplares de Pynchon y a leer a Bambarén. Buena, Johann. Pa la proxima, no fumes moño rojo.

August 23, 2006  
Anonymous Anonymous said...

Epígno sin talente de Borges que pretenden imitar a Ribeyro en un tono de parábola por completo superficial. ¿Cuál es la gran ideología? ¿Que los viejitos cruzan las pistas solos?

August 23, 2006  
Anonymous Anonymous said...

Este cuento es un plagio grosero de WAKEFIELD, el famoso cuento de Nathaniel Hawthorne. Ese es el problema cuando lees mucho, te pones a escribir y no te acuerdas de que esa "originalísima" idea que se te caba de ocurrir la habías leído hace un par de años.

August 23, 2006  
Anonymous Anonymous said...

jajajaja este cuento es sumamente primario, con una serie de palabrajas que producen indigetsion (-se excusó-, viejecilIa esmirriada, cosquilludos hincones). Sigue una tradicion tan importante en el peru como la de los personajes aburridos y monses de Cueto y esa inverosimilitud de sus caracteres. En suma dejen de fastidiar con Textos tan malos como este y el anterior. Ya pes Gargola dejate de estafar.

Tu ortencio

August 23, 2006  
Anonymous Anonymous said...

Un cuentito en el que alguien puede a la vez ser borgiano y evocar a Ribeyro y hacer una versión de Hawthorne, como dicen acá, todo en trescietas palabras, demuestra mucho talento. Yo creo que Facheron deberia dejar la critica en la que se gana tantos enemigos y hacer mas cosas como esta, que bien valen la pena.

August 23, 2006  
Anonymous Anonymous said...

Si lo único que le pueden criticar es que se parece a Borges y a Ribeyro, y un acento mal puesto, entonces el rabino diabolico es un maestro.

August 23, 2006  
Anonymous Anonymous said...

Jajajajaajaj Todo lo que se parece es tan bueno como el original, Mícer Salas? Que pánfilo. Lo peor de Borges son los borgesitos, que creen que una prosita gramaticalmente correcta con esdrújulas lo es todo, pero carecen de imaginación, de sentido y la única fuerza que pueden mosrtar es la interioridad creativa de un enano (y bien chiquito, porque ese cuento lo escribe un chibolo de diecisiete con sus lecturitas de Generales y sin haberse agarrado a nadie)

August 23, 2006  
Anonymous Anonymous said...

Y encima el judío le mete su chiquita a su pata Otero, el cochero de drácula, que es uno de los obreros de El Dominical donde salió el cuento.

August 23, 2006  
Anonymous Anonymous said...

Ese acento ausente es una errata incómoda porque está en el primer párrafo y ya casi que me ha impedido leer el resto del relato

August 23, 2006  
Anonymous Anonymous said...

"Ese es el problema cuando lees mucho" dice una bestia cinocéfala en uno de estos comentarios. Y las huevadas que él habla son el problema de no leer ni mierda...

August 23, 2006  
Anonymous Anonymous said...

Parece que va a haber que publicar unos fragmentos de la miasma coralina llamada "Rito de paso", porque en puertoelhueco la gente se ha quedado sin argumentos frente al cuento del facho judio. Se cagaron solitos dintilhacos!

August 23, 2006  
Anonymous Anonymous said...

A una persona se le saca al toque por lo que escribe. Asi que dejame decirte, querido amigo Gustavito Faveron: ¡¡¡que lorna eres!!!

August 23, 2006  
Anonymous Anonymous said...

COmpañeros del Hueco: gracias por publicar ese cuento; ya era hora de que hubiera literatura en este lugar y no sólo rajes y sacadas de madre. Sigan así, porque si mantienen su lado crítico y además hacen rescates de obras interesanes como esta, el Hueco es de lejos el blog más interesante del Perú!!!

August 23, 2006  
Anonymous Anonymous said...

un anonimo escrib Un cuentito en el que alguien puede a la vez ser borgiano y evocar a Ribeyro y hacer una versión de Hawthorne, como dicen acá, todo en trescietas palabras, demuestra mucho talento.´´
ni modo, a seguir posteando los cuentitos del judio que están bienmilagrosos

August 23, 2006  
Anonymous Anonymous said...

Comprobado. Puerto El Hueco es administrado por el agente literario de Gustavo Faverón y César Gutiérrez, que no es otro que el mismísimo Leo Zelada.

August 23, 2006  
Anonymous Anonymous said...

oe dejen de hablar huevadas, a coral le está cayendo un bombardero con amenazas terrucas
si amanece frio el dia de manhana quien sigue?
paolo creo que se te fue la mano

August 23, 2006  
Anonymous Anonymous said...

Señores Pichicacos:

Creo que están demostrando una grave impericia en la selección de los temas a tratar en esta zona liberada de la blogósfera. Los afanosos comentadores que aquí nos damos cita ya estamos un poco hartos de tanto post revientacuetes para el Bombardero Gutiérrez. Está bien que sea su chochera, pero tantas flores y comentarios arreglados (qué coincidencia, el último post sobre "Bombardero" apareció con 7 comentarios desde el saque) terminan por parecer publicherry, misma entrevista echadaza de Alamo Pérez-Luna. Y la joda a Faverón no está mal pero es poco oportuna, además de darle una importancia excesiva a personaje tan antipático y atrabiliario. En fin, no se puede estar de acuerdo en todo. Como recomendación, echenle una ojeada a los blogs de Coral y De Lima, donde Zelada ha denunciado a Mazzotti y compañía de senderistas y el amigo Vico insiste en que recibe amenazas de muerte. ¿Será Gaspar de la Nuit? ¿O el pérfido dúo de villanos Gallardo-Iparraguirre?

August 23, 2006  
Anonymous Anonymous said...

Hay un escritor argentino que se llama Conti, tiene unas historias parecidas a esta, como tragedias de perfil bajo contadas con tono neutral . Buen cuento

August 23, 2006  
Anonymous Anonymous said...

sí, pues, todos estos blogs son ecos de Perú 21 y su cóctel caviarneoliberal. Un poquito de aburrimiento con fachistón, otro poquito de sobresalto dizque moderno con bombardón. Cholitos, fuera!!!

August 24, 2006  
Anonymous Anonymous said...

El del judio es un divertimento y sin embargo es suficiente para notar su talento. No como la gárgola alcohólica, que ha publicado tres libros y no da una.

August 24, 2006  
Anonymous Anonymous said...

Hay otros cuentos de Facheron que salieron publicados en una revista de la OEA, hará cosa de tres o cuatro años. Sería un punto para Dinthilah que los publiquen.

August 24, 2006  
Anonymous Anonymous said...

¿Qué es Wakefield?

August 24, 2006  
Anonymous Anonymous said...

Faverón es un gran cuentista, que lo diga ruiz orto, el cuentazo que le metió para que se lanzara a la piscina vacía, jajajajajajaja

August 24, 2006  
Anonymous Anonymous said...

Será un remake, como dicen.

August 24, 2006  
Anonymous Anonymous said...

Vaya. Todos los amigos de Faverón y Salas entrando al unísono. Y no hay nadie que les haga el pare. ¿Qué de bueno tiene ese mamarracho primarioso? ¿O acaso los que escriben en puerto el hueco tienen el nivel casi analfabeto del cuentito? No lo creo. Facherón, deja de entrar a diario. Eso es una cojudez más aburrida de las que escribe Cueto

August 24, 2006  
Anonymous Anonymous said...

Debe de ser jodido para los dintilacos poner un cuento de su odiado enemigo y que a la gente le guste. Pero asi es la vida, señores. Van a tener que dar rienda suelta a su resentimiento de otra manera.

August 24, 2006  
Anonymous Anonymous said...

Decir que ese cuento es un divertimiento no es ningun elogio. El cuento es bueno, pero no está hecho para divertir. Tampoco es un remake de Waikefield, porque en Waikefield el tema es la mirada de uno sobre otro y en este cuento es la mirada de uno sobre sí mismo, el tema del doble. A mi me pareció bacán.

August 24, 2006  
Anonymous Anonymous said...

Parece que a coral le salio el tiro por la culata, por que su intención de mandar este cuento a los dintilhacos, era evidentemente de venganza. Por la manipulación que hizo facheron de ruiz ortega para que este lo denunciara en PuenteAereo. Así como estan las cosas, a quien van a tener que cambiar es a Coral por Paolo de Lima del entorno mafioso, además hace rato que entre paolo y thays estan que se dan besitos bolados, besuqueo virtual al que en algún momento también entro el mismisimo facheron.

August 24, 2006  
Anonymous Anonymous said...

Lo que dice el aviador es en parte verdad, pero quien estaría detrás de todo esto, es nada más ni nada menos que Paolo, enemigo publico número 1 de Coral y al parecer el que contactó a Ruiz Ortega para difundir dicha acusación(que no nos extrañe si en el próximo número de Intermezzo Tropical aparezca una reseña de Ruiz Ortega).
Lo cual estaría dandole un giro inesperado a estas organizaciones mafiosas, por que alguien tan próximo a Malca como Faveron, estaría acercandose a Mazzotti, ¿será por que Faveron ya se enteró que a Malca le van a dar forata en Somos?, ese sujeto Paolo de Lima al parecer ya tiene antecedentes haciendo estos enredos, sino preguntenle a Grajeda.

August 24, 2006  
Anonymous Anonymous said...

Aproposito de lo dicho por Aviador y por el Ex de neón, este comment estuvo en el anterior blog de Daniel Salas, que les parece.

julioheredia@gmail.com dijo...
Paolo de Lima es un tipo muy hábil para manipular, igual que su mentor, pero con poca capacidad para la literatura en general, en particular para la poesía.
Como José Antonio tiene muchas dificultades para catapultarlo como poeta (para su desgracia -la de los dos- en la generación del 90 hay varios buenos poetas), en los dos últimos años anda buscando que lanzarlo como ensayista, con los resultados desastrosos que Salas ha puesto al descubierto.
Un intelectual puede tener las ideas que quiera, si está dispuesto a asumir las consecuencias de ello (ahora mismo hay un historiador inglés preso en Austria por sus ideas fascistas); pero eso de usar como muñeco de ventrílocuo a Paolo para viabilizar las ridículas ideas prosenderistas de José Antonio evidencia carencias morales insuperables. Vaya dúo.


El usuario anónimo dijo...
Lo tendencioso de todo esto es que esta gente como Paolo de Lima o Leo Zelada, ejerza su poder manipulatorio para fines absolutamente mediocres, y pongan, a ese nivel, el debate de ideás que debiera ser más fructífero. No es nada beneficioso que esta gente pretenda representarnos en el extranjero, sobre todo si para el caso del tal llamado Paolo, este busque siempre congraciarse oportunistamente con algunas personalidades del mundo intelectual, haciendo favores no pedidos, o dando muestras de generosidades falsas, tratando de ganar simpatías para luego manipularlas convenientemente. Sobre esto ya se comentan varios casos, así que no hay que dejarse sorprender.

August 24, 2006  
Anonymous Anonymous said...

y esos besitos volados entre Thays, Paolo y Faveron tienen un único destinatario, el "vanguardista" de Characato que está metiendo el dedo hasta a los de Puerto el Hueco. Qué tales yuntas!!!!

August 24, 2006  
Anonymous Anonymous said...

Primicia, primicia!!!!: Leo Zelada es el que maneja Puerto el Hueco, el que digita a Faverón y el que se hace pasar por ese mediocre periodista felizmente sepultado en el olvido que era César Gutiérrez, para hacer quedar en ridículo a los senderistas en el exilio. ¡¡¡¡A por el, muchachos!!!!

August 24, 2006  
Anonymous Anonymous said...

QUE FEA CHOTEADA LE HA DADO EL GAGO A LA GARGOLA. POBRE HUEVON

August 24, 2006  
Anonymous Anonymous said...

1. No creo que no aparezca ninguna reseña de Orto en intermezzo tropical. Orto no sabe escribir.
2. El cuento de Faverón es malo como cabro de Wilson. Salas, deja de meterte por acá y estudia para tu doctorado.
3. Ya los quiero ver soplandose las 800 páginas de pastruladas. A ver cuan intensa les parece, vanguardistas de pacotilla.
4. Puierto el hueco parece trabajar para Facherón. Al final transar resulto mejor? QUÉ DECEPCIÓN

August 24, 2006  
Anonymous Anonymous said...

Uno de los grandes problemas en la historia reciente del Perú ha sido el arribismo, que siempre va de la mano del oportunismo. En política, todos hemos sido testigos de la manera en que se han enriquecido tantos arribistas que lograron puestos de poder sobre todo durante el gobierno de Fujimori. La vida intelectual refleja un caso similar. Hay un grupo poderoso, un grupo de amigos que tienen acceso a los medios (lo cual no tiene nada de malo), y un grupo de arribistas que siempre soñó con formar parte de ese grupo, aunque su complejo de inferioridad se los impidió siempre. La situación, tarde o temprano, muestra las contradicciones, y los arribistas tienen que enfrentarse al previsible rechazo. Eso ha sucedido recientemente con Victor Coral y su ex amigo Ortega. Ambos lucharon muchísimo y utilizando todos los medios a su alcance, para lograr la aceptación de Faverón y Thays. Al darse cuenta que no lo estaban logrando, no solamente se dividieron, sino que además fueron cometiendo error tras error, destruyendo ellos mismos sus poquísimas posibilidades de ser aceptados por la élite. El caso de Coral fue más evidente, pues en cierto momento ya no pudo controlarse y la frustracion lo llevó a publicar en su blog insultos contra aquellos a los que les reventaba cohetes días antes. La consecuencia no se hizo esperar. Ayer Ivan Thays, en un artículo ejemplar, denunció la actitud de Coral y lo expulsó oficialmente de un grupo al que nunca pudo pertenecer. La luz del limbo comenzó a apagarse, como alguna vez se apagó la voz de Leonardo Aguirre y la de Aquiles Cacho. Los blogs de Faverón y Thays en cambio, gozan de buena salud. Como en la política, uno puede ser de derecha o izquierda y conservar la dignidad siempre. Los arribistas son de lo peor, porque lo primero que ponen en venta es su propia dignidad.

August 25, 2006  
Anonymous Anonymous said...

Thay no es de derecha o izquierda. Facherón tampoco. EL uno miente y el otro engaña. ´Cómo se les puede llamar dignos?

August 25, 2006  
Anonymous Anonymous said...

Los afanes figuretis de Guitérrez son ampliamente conocidos, y como comechado no le gana nadie, ed eso sabe mucho la profesora Giovanna Pollarolo, que no dice esta boca es mia.

August 25, 2006  
Anonymous Anonymous said...

9:46, te disfrazas de analista social para pasar de contrabando tu conservadurismo criollo con un ridículO sermón sobre la dignidad, la moralidad. Felizmente ya los cholitos y cholitas estamos abriendo los ojos. Si tu elite son thays y facheston, eres digno de compasión. Esa es tu pesadilla, no le eches la culpa a arribistas y oportunistas que tienen todo el derecho a hacer lo que pueden en una sociedad estancada.

August 26, 2006  
Anonymous Anonymous said...

Aunque suene medio apocalíptico, parte de la culpa debe repartirse con los lectores, la población en general. Nosotros fuimos quienes permitimos el arribo al poder de Fujimori y sus secuaces, nosotros somos quienes preferimos las borracheras y pastruladas en bares de mala muerte (bohemia, que le dicen) antes que un ejercicio serio (serio en el sentido de dedicado) de la vida intelectual. A tal señor tal honor, y a tal lector, tal escritor.

August 26, 2006  

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