VARGAS LLOSA, LA CULTURA DE LAS ARGOLLAS Y EL FRACASO DE LA DERECHA EN EL PERÚ
Escaramuza en Liliput
Escribe: Mario Vargas Llosa,
Cuando cumplió ochenta años, Fernando de Szyszlo, el mayor artista peruano vivo y el más conocido y prestigiado fuera del Perú, recibió sinnúmero de homenajes de sus compatriotas, que le reconocían toda una vida de entrega a la creación y de compromiso con la cultura en su país.
¿Qué ha ocurrido para que apenas ocho meses después decenas de pintores y escultores peruanos firmen manifiestos contra él y lo crucifiquen en entrevistas que a menudo disimulan apenas la hostilidad y la vindicta personal?
Pues ha pasado que los miembros de la directiva del Instituto de Arte Contemporáneo --proyecto privado en gestación-- hicieron saber que el futuro museo llevaría el nombre de Fernando de Szyszlo. Las acusaciones comprenden un vasto registro: vanidad, egolatría, conspiración de una elite oligárquica para privilegiar a 'su pintor', acto de menosprecio contra el resto de los artistas nacionales, y paro de contar. Un interesante episodio para reflexionar sobre el gran arte, la cultura de campanario y las pequeñeces humanas.
El Instituto de Arte Contemporáneo nació en los años cincuenta, por iniciativa de un grupo de aficionados al arte, sin el menor apoyo oficial, y gracias a él los peruanos pudieron conocer a buen número de artistas latinoamericanos y europeos que expusieron en su pequeña y cálida galería del jirón Ocoña, en el Centro de Lima. Yo la recuerdo bien, siempre pasaba por allí a echar un vistazo en mis años universitarios, cuando la dirigía Sebastián Salazar Bondy. El IAC fue la puerta de entrada de los movimientos y escuelas de vanguardia a ese país embotellado que era el Perú, culturalmente hablando. Por eso mismo, el IAC fue una de las víctimas de la dictadura militar del general Velasco Alvarado y debió cerrar sus puertas. Su valiosa pinacoteca solo ha podido ser parcialmente exhibida desde entonces.
Un pequeño grupo de entusiastas lleva años tratando de resucitarlo, haciendo toda clase de esfuerzos, para construir un local propio. Hay que decir que Szyszlo es una de las personas que más entusiasmo y tiempo ha dedicado a este empeño, que, por desgracia, ha tenido muy escaso apoyo de parte de las empresas e instituciones de la sociedad civil y, en lo que concierne al Estado, cuando no total indiferencia, franca hostilidad.
Hace algunos años el IAC realizó una subasta para reunir fondos, de pinturas y esculturas donadas por muchos artistas peruanos y extranjeros. Buen número de los objetores a que el museo lleve el nombre de Szyszlo alegan que ellos donaron obras para aquella subasta y que nunca recibieron información sobre la venta y la manera como se invirtió lo obtenido. En eso, sin duda, les asiste la razón y es necesario que los directivos del IAC suministren cuanto antes la explicación correspondiente. Tengo entendido que en aquella subasta se obtuvo algo más de 600 mil dólares y que con ese dinero se ha construido el esqueleto del futuro museo en un terreno que cedió para tal fin la municipalidad de Barranco. Pero, desde entonces, los directivos del IAC no han podido reunir el dinero que falta para terminar la obra, antes de que se cumpla el plazo en que se comprometieron a inaugurar el local.
Aquí mi historia se interrumpe, para contar otra historia (ambas se juntarán más tarde, como en las novelas) que comienza con el viaje de un importante economista. Estuvo en México y visitó el Museo Tamayo. En Venezuela y conoció el Museo dedicado a Soto. En Colombia lo deslumbró el dedicado a Botero. Y lo mismo le ocurrió en Quito con el de Guayasamín. Se preguntó entonces: "¿Por qué no existe un Museo Szyszlo en el Perú?". Apenas regresó a Lima, reunió a unos amigos y les propuso crear un patronato para reunir fondos destinados a la construcción de un museo que expusiera la obra del gran pintor peruano. La idea fue apoyada con entusiasmo. Hombres ejecutivos, asesorados por excelentes arquitectos, de inmediato buscaron y encontraron una antigua casa de Barranco apropiada para tal fin. Fernando de Szyszlo se enteró de todo esto sorprendido, pues nunca se le había pasado por la cabeza la idea de un museo dedicado a él. Y ofreció donar una importante muestra de su obra a la nueva institución.
Aquí entro yo en la historia, porque, conociendo mi vieja amistad con Szyszlo, los directivos del IAC me llamaron para pedirme que los ayudara en una gestión que acababa de ocurrírseles para salvar el proyecto del IAC, que, debido a la falta de recursos, podía colapsar: proponer a Szyszlo que, a su vez, propusiera a los empresarios que trabajaban en el proyecto del museo dedicado a su obra que fundieran ambas iniciativas en una sola y dedicaran todos los recursos a terminar el Museo de Arte Contemporáneo, el que, por ello mismo, llevaría el nombre del pintor al que querían homenajear.
Hago mea culpa: fui una de las personas que animó a Szyszlo a aceptar dicha propuesta, y él, que es un hombre generoso y que ama a su país, accedió, para que el Perú tuviera por fin un Museo de Arte Moderno. En estos días, leyendo los improperios que llueven sobre él, me digo una vez más que nadie sabe para quien trabaja: queriendo promover una iniciativa que favoreciera sobre todo a los artistas y aficionados al arte del Perú, terminamos llevando a un pintor que admiramos y queremos al paredón y facilitando a todos los que no le perdonan que sea un artista original y fecundo, que exponga tanto en el Perú y en el extranjero, y que sus cuadros enriquezcan tantos museos y colecciones particulares, un excelente pretexto para hacerle pagar caro su talento y su fama.
La envidia que el gigante despierta entre los pigmeos es perfectamente comprensible y, hasta cierto punto, legítima. ¿Cómo no odiarían a alguien que los hace conscientes de su propio fracaso, de su escaso vuelo, acaso de las injusticias que les cerraron a ellos las puertas y oportunidades de triunfar? Lo que nunca he acabado de entender es que la envidia haga presa también de quienes tienen talento y éxito. ¿Acaso el éxito de un artista impide el de otros? En el arte, como en la literatura, el éxito de un colega debe entusiasmarnos, porque un cuadro o un libro no es un producto manufacturado que al triunfar en el mercado derrota a sus competidores. Por el contrario: un objeto cultural crea adicción y aumenta el mercado, obra por la difusión y el éxito de los otros. Entre los firmantes de los manifiestos y diatribas contra Szyszlo hay artistas reconocidos internacionalmente, que gozan de prestigio y venden sus obras a altos precios a clientes que se las disputan. ¿Qué daño les ha hecho ese pintor que, más bien, los ha ayudado, permitiendo que la pintura peruana cruce las fronteras dentro de las que vivía confinada?
Tal vez la explicación esté en el dicho: "Pueblo pequeño, infierno grande". El Perú no es nada pequeño, su territorio es tres veces el de España y su población se va acercando a los treinta millones. Pero en el ámbito de la cultura es todavía Liliput. Y, los creadores de cualquier género viven aquí con un irremediable sentimiento de encierro y marginalidad, de asfixia, lo que exacerba las rivalidades, las guerras intestinas, los odios y emulaciones fratricidas. Y la permanente sospecha de que en este pequeño ámbito no hay espacio más que para uno solo, que si alguien tiene éxito desaparece a los demás. "Tener éxito" en un contexto así significa arrostrar la furia y la enemistad de los colegas. No es extraño, por eso, que tantos escritores y artistas jóvenes sueñen con escapar de esa opresiva trampa y exiliarse a lugares donde crear sea una experiencia más exaltante, menos castradora y sórdida. Yo fui uno de ellos. Desde mi adolescencia estuve absolutamente seguro de que si no escapaba, mi vocación sería derrotada por esa 'madrastra de sus hijos', como llamó a nuestro país el Inca Garcilaso de la Vega.
Szyszlo nunca creyó ni aceptó esto. Para él, crear, pintar, fue siempre inseparable de vivir y luchar aquí, tratar de sacar al Perú de la provincia y el campanario, abrirlo a la modernidad y al intercambio con los grandes centros de la cultura. Y por eso siempre volvió del extranjero a su tierra a seguir dando una batalla cívica y cultural, a la vez que construía su propia obra, rigurosa, ambiciosa y original.
¿Cómo terminará esta escaramuza? En el largo plazo, no me cabe duda alguna. En lo inmediato, me temo que los liliputienses terminen derribando a Gulliver. (publicado en el Comercio el 9-4-06)
(LEAN TODO EL INFORME EN GARGANTA PROFUNDA)
Escribe: Mario Vargas Llosa,
Cuando cumplió ochenta años, Fernando de Szyszlo, el mayor artista peruano vivo y el más conocido y prestigiado fuera del Perú, recibió sinnúmero de homenajes de sus compatriotas, que le reconocían toda una vida de entrega a la creación y de compromiso con la cultura en su país.
¿Qué ha ocurrido para que apenas ocho meses después decenas de pintores y escultores peruanos firmen manifiestos contra él y lo crucifiquen en entrevistas que a menudo disimulan apenas la hostilidad y la vindicta personal?
Pues ha pasado que los miembros de la directiva del Instituto de Arte Contemporáneo --proyecto privado en gestación-- hicieron saber que el futuro museo llevaría el nombre de Fernando de Szyszlo. Las acusaciones comprenden un vasto registro: vanidad, egolatría, conspiración de una elite oligárquica para privilegiar a 'su pintor', acto de menosprecio contra el resto de los artistas nacionales, y paro de contar. Un interesante episodio para reflexionar sobre el gran arte, la cultura de campanario y las pequeñeces humanas.
El Instituto de Arte Contemporáneo nació en los años cincuenta, por iniciativa de un grupo de aficionados al arte, sin el menor apoyo oficial, y gracias a él los peruanos pudieron conocer a buen número de artistas latinoamericanos y europeos que expusieron en su pequeña y cálida galería del jirón Ocoña, en el Centro de Lima. Yo la recuerdo bien, siempre pasaba por allí a echar un vistazo en mis años universitarios, cuando la dirigía Sebastián Salazar Bondy. El IAC fue la puerta de entrada de los movimientos y escuelas de vanguardia a ese país embotellado que era el Perú, culturalmente hablando. Por eso mismo, el IAC fue una de las víctimas de la dictadura militar del general Velasco Alvarado y debió cerrar sus puertas. Su valiosa pinacoteca solo ha podido ser parcialmente exhibida desde entonces.
Un pequeño grupo de entusiastas lleva años tratando de resucitarlo, haciendo toda clase de esfuerzos, para construir un local propio. Hay que decir que Szyszlo es una de las personas que más entusiasmo y tiempo ha dedicado a este empeño, que, por desgracia, ha tenido muy escaso apoyo de parte de las empresas e instituciones de la sociedad civil y, en lo que concierne al Estado, cuando no total indiferencia, franca hostilidad.
Hace algunos años el IAC realizó una subasta para reunir fondos, de pinturas y esculturas donadas por muchos artistas peruanos y extranjeros. Buen número de los objetores a que el museo lleve el nombre de Szyszlo alegan que ellos donaron obras para aquella subasta y que nunca recibieron información sobre la venta y la manera como se invirtió lo obtenido. En eso, sin duda, les asiste la razón y es necesario que los directivos del IAC suministren cuanto antes la explicación correspondiente. Tengo entendido que en aquella subasta se obtuvo algo más de 600 mil dólares y que con ese dinero se ha construido el esqueleto del futuro museo en un terreno que cedió para tal fin la municipalidad de Barranco. Pero, desde entonces, los directivos del IAC no han podido reunir el dinero que falta para terminar la obra, antes de que se cumpla el plazo en que se comprometieron a inaugurar el local.
Aquí mi historia se interrumpe, para contar otra historia (ambas se juntarán más tarde, como en las novelas) que comienza con el viaje de un importante economista. Estuvo en México y visitó el Museo Tamayo. En Venezuela y conoció el Museo dedicado a Soto. En Colombia lo deslumbró el dedicado a Botero. Y lo mismo le ocurrió en Quito con el de Guayasamín. Se preguntó entonces: "¿Por qué no existe un Museo Szyszlo en el Perú?". Apenas regresó a Lima, reunió a unos amigos y les propuso crear un patronato para reunir fondos destinados a la construcción de un museo que expusiera la obra del gran pintor peruano. La idea fue apoyada con entusiasmo. Hombres ejecutivos, asesorados por excelentes arquitectos, de inmediato buscaron y encontraron una antigua casa de Barranco apropiada para tal fin. Fernando de Szyszlo se enteró de todo esto sorprendido, pues nunca se le había pasado por la cabeza la idea de un museo dedicado a él. Y ofreció donar una importante muestra de su obra a la nueva institución.
Aquí entro yo en la historia, porque, conociendo mi vieja amistad con Szyszlo, los directivos del IAC me llamaron para pedirme que los ayudara en una gestión que acababa de ocurrírseles para salvar el proyecto del IAC, que, debido a la falta de recursos, podía colapsar: proponer a Szyszlo que, a su vez, propusiera a los empresarios que trabajaban en el proyecto del museo dedicado a su obra que fundieran ambas iniciativas en una sola y dedicaran todos los recursos a terminar el Museo de Arte Contemporáneo, el que, por ello mismo, llevaría el nombre del pintor al que querían homenajear.
Hago mea culpa: fui una de las personas que animó a Szyszlo a aceptar dicha propuesta, y él, que es un hombre generoso y que ama a su país, accedió, para que el Perú tuviera por fin un Museo de Arte Moderno. En estos días, leyendo los improperios que llueven sobre él, me digo una vez más que nadie sabe para quien trabaja: queriendo promover una iniciativa que favoreciera sobre todo a los artistas y aficionados al arte del Perú, terminamos llevando a un pintor que admiramos y queremos al paredón y facilitando a todos los que no le perdonan que sea un artista original y fecundo, que exponga tanto en el Perú y en el extranjero, y que sus cuadros enriquezcan tantos museos y colecciones particulares, un excelente pretexto para hacerle pagar caro su talento y su fama.
La envidia que el gigante despierta entre los pigmeos es perfectamente comprensible y, hasta cierto punto, legítima. ¿Cómo no odiarían a alguien que los hace conscientes de su propio fracaso, de su escaso vuelo, acaso de las injusticias que les cerraron a ellos las puertas y oportunidades de triunfar? Lo que nunca he acabado de entender es que la envidia haga presa también de quienes tienen talento y éxito. ¿Acaso el éxito de un artista impide el de otros? En el arte, como en la literatura, el éxito de un colega debe entusiasmarnos, porque un cuadro o un libro no es un producto manufacturado que al triunfar en el mercado derrota a sus competidores. Por el contrario: un objeto cultural crea adicción y aumenta el mercado, obra por la difusión y el éxito de los otros. Entre los firmantes de los manifiestos y diatribas contra Szyszlo hay artistas reconocidos internacionalmente, que gozan de prestigio y venden sus obras a altos precios a clientes que se las disputan. ¿Qué daño les ha hecho ese pintor que, más bien, los ha ayudado, permitiendo que la pintura peruana cruce las fronteras dentro de las que vivía confinada?
Tal vez la explicación esté en el dicho: "Pueblo pequeño, infierno grande". El Perú no es nada pequeño, su territorio es tres veces el de España y su población se va acercando a los treinta millones. Pero en el ámbito de la cultura es todavía Liliput. Y, los creadores de cualquier género viven aquí con un irremediable sentimiento de encierro y marginalidad, de asfixia, lo que exacerba las rivalidades, las guerras intestinas, los odios y emulaciones fratricidas. Y la permanente sospecha de que en este pequeño ámbito no hay espacio más que para uno solo, que si alguien tiene éxito desaparece a los demás. "Tener éxito" en un contexto así significa arrostrar la furia y la enemistad de los colegas. No es extraño, por eso, que tantos escritores y artistas jóvenes sueñen con escapar de esa opresiva trampa y exiliarse a lugares donde crear sea una experiencia más exaltante, menos castradora y sórdida. Yo fui uno de ellos. Desde mi adolescencia estuve absolutamente seguro de que si no escapaba, mi vocación sería derrotada por esa 'madrastra de sus hijos', como llamó a nuestro país el Inca Garcilaso de la Vega.
Szyszlo nunca creyó ni aceptó esto. Para él, crear, pintar, fue siempre inseparable de vivir y luchar aquí, tratar de sacar al Perú de la provincia y el campanario, abrirlo a la modernidad y al intercambio con los grandes centros de la cultura. Y por eso siempre volvió del extranjero a su tierra a seguir dando una batalla cívica y cultural, a la vez que construía su propia obra, rigurosa, ambiciosa y original.
¿Cómo terminará esta escaramuza? En el largo plazo, no me cabe duda alguna. En lo inmediato, me temo que los liliputienses terminen derribando a Gulliver. (publicado en el Comercio el 9-4-06)
(LEAN TODO EL INFORME EN GARGANTA PROFUNDA)
15 Comments:
(Chequeén esto)
Vargas Llosa sobre Szyszlo (por Ivan Thays)
La última "Piedra de Toque" de Mario Vargas Llosa está dedicada a comentar el tema del Museo de Arte Contemporáneo y la bronca que se armó entre los pintores para eviatr que se conozca a ese Museo como Museo Szyszlo. Es interesante porque aporta datos nuevos que explicarían muy bien para los legos -entre los que me incluyo- el punto de quiebre del problema. En primer lugar, Vargas Llosa reconoce que la ambición de hacer u n Museo de Arte Contemporáneo es muy antigua y que jamás tuvo apoyo de entidades públicas. Luego, nos remite a la idea de un importante economista -no nombrado- quien al ver los Museos Tamayo en México y Botero en Colombia, se le ocurrió que podría haber un Museo Szyszlo en el Perú. Luego, ambos hilos de la madeja se enredad -y esta explicación no la había oído hasta ahora, y al menos para mí impone una nueva perspectiva en el asunto-: "conociendo mi vieja amistad con Szyszlo, los directivos del IAC me llamaron para pedirme que los ayudara en una gestión que acababa de ocurrírseles para salvar el proyecto del IAC, que, debido a la falta de recursos, podía colapsar: proponer a Szyszlo que, a su vez, propusiera a los empresarios que trabajaban en el proyecto del museo dedicado a su obra que fundieran ambas iniciativas en una sola y dedicaran todos los recursos a terminar el Museo de Arte Contemporáneo, el que, por ello mismo, llevaría el nombre del pintor al que querían homenajear".
Este argumento pone en una situación incómoda a muchos pintores que participaron en la polémica y que probablemente conocían los pormenores de este enredo que el público general recién ahora conoce en labios de uno de sus protagonistas (involuntarios). Vargas Llosa aprovecha la ocasiòn para hablar de la envidia y una explicación para el exilio que es la naturaleza de la mayoría de escritores peruanos: "los creadores de cualquier género viven aquí (en el Perú) con un irremediable sentimiento de encierro y marginalidad, de asfixia, lo que exacerba las rivalidades, las guerras intestinas, los odios y emulaciones fratricidas. Y la permanente sospecha de que en este pequeño ámbito no hay espacio más que para uno solo, que si alguien tiene éxito desaparece a los demás. "Tener éxito" en un contexto así significa arrostrar la furia y la enemistad de los colegas. No es extraño, por eso, que tantos escritores y artistas jóvenes sueñen con escapar de esa opresiva trampa y exiliarse a lugares donde crear sea una experiencia más exaltante, menos castradora y sórdida".
Mal de muchos ( por Gustavo Faveron)
Quienes pensaron que la polémica entre escritores criollos limeños y escritores criollos andinos se había visto ensombrecida por un exceso de egos, orgullos e intolerancias personales, tienen ahora un nuevo punto de referencia en materia de discusiones gratuitas y broncas sin sentido.
El lío suscitado en torno al nombre que ha de llevar el futuro museo de arte contemporáneo de Lima no podría ser más ridículo: unos (Freddy Cooper y Pedro Cateriano) han querido aprovechar una ocasión que debería estar desprendida de personalismos para rendir homenaje a un amigo. Otros (José Tola, Elda di Malio, Gerardo Chávez, etc.) han reaccionado como si colocar el nombre de Szyszlo al museo implicara un insulto directo a los demás. No voy a lanzar más leña al fuego de una seudo polémica a todas luces absurda, pero sí me interesa hacer notar una cosa: jamás en nuestra historia reciente ocurrió algo (no importa qué) que hiciera opinar en voz alta sobre un mismo tema, de manera simultánea, a decenas de artistas y otros personajes ligados al mundo de la plástica peruana.
Ni las censuras ni las críticas ni los nepotismos, ni los premios dudosos ni los privilegios ni las políticas estatales, ni el futuro de las escuelas de arte ni el tema de la plástica nacional ante los años de la violencia: nada ha resultado tan digno de debate para nuestros artistas más reconocidos como el asunto de qué nombre ha de llevar el nuevo museo limeño. Desde aquí, un pedido al gremio: por favor, acaben con esa discusión y pasen a otro tema, si es que se les ocurre alguno, antes de que nos asfixie Bizancio.
Es ridiculo como Vargas Llosa trata de lavarle la cara a su amiguito Szyszlo, parece una lamida de perros: Pretende convertir el evidente gesto vanidoso y egolatra del pintor en muestra de generosidad y desprendimiento. Eso no se lo cree ni una monja descerebrada. Como es usual en el escribidor, voltea las cosas y nunca da en el blanco. Resultaria ahora que el desprendido seria Szyszlo mientras los pintores -que reclamaron justamente que no se pasen de pendejos queriendo imponer de taquito nombre propio al museo general- serian ahora los "enanos" envidiosos. Jajaja, esa explicacion es mas imaginativa y falsa que sus reportes en Irak a favor de Bush.
Uy, perdon, me olvidaba decir que esa torpe lavada de cara que ni una monja descerebrada podria tragarse, si se la trago Thays, que gaguea esta roca:
"Este argumento pone en una situación incómoda a muchos pintores que participaron en la polémica y que probablemente conocían los pormenores de este enredo que el público general recién ahora conoce en labios de uno de sus protagonistas (involuntarios)"
Aca Thays tiene uno de sus habituales lapsus linguae -tambien mentales-: Por un lado, implicando que la version de VLL es fidedigna, ASEGURA que los pintores que protestaron quedan mal (aca dice incomodos, mas abajo envidiosos). Pero, por que quedarian mal? La unica posibilidad seria que los pintores hubieran actuado a sabiendas y de mala fe contra Szyszlo. Pero como no puede probar eso, pasa a justificar su afirmacion con algo que mas bien la pone en duda: dice que los pintores "probablemente conocian los pormenores de este enredo". Es decir, primero acusa con el dedo siguiendo como un perro las instrucciones de VLL, luego no puede probar que los pintores supieran nada, asi que simplemente arruga la cola ante su incoherente argumento y saca la lengua trabada.
Nadie sabía nada hasta ahora de ese grupo de "generososo" empresarios que querían contruirle un museo a Szyszlo. Eso es un invento de Vargas Llosa, y si no así que lo demuestre: quiénes son esos empresarios y cuánto billete querían aportar a la supuesta "fusión" de proyectos.
Lo único que se sabe a ciencia cierta es que para el proyecto del IAC sólo había 2 cosas:
1. Un terreno donado gentilmente por la Municipalidad de Barranco (es decir por los vecinos de Barranco)con un valor estimado de 300,000.
2. Un fondo de US 600,000 obtenido mediante una subasta para la cual numerosos artistas donaron sus obras.
Hasta ahí estamos hablando de casi un millón de dólares aportados por un grupo amplio de artistas y por los vecinos de Barranco. Un mínimo de cortesía exige que se les consulte a esas personas si están de acuerdo con ponerle nombre propio al que debería simplemente llamarse Museo de Arte Contemporáneo de Lima. Los ciudadanos tienen derecho a reclamar no sólo en aquellos casos en los que un dictadorzuelo tipo Hugo Chávez hace uso indebido de fondos públicos, o le pone el nombre de un correligionario de partido a un edificio público.
El museo de arte moderno se llamará tarde o temprano Szyszlo como habrá una Biblioteca Mario Vargas Llosa nacional, privada o universitaria en el Perú. El peso de sus imágenes, trayectorias y demás pergaminos es indiscutible. Si el caso fuese en el terreno letrado, convendría saltar si quisieran inaugurar una Biblioteca Cueto o Ampuero, como piensan que debiera haber personajes de la talla del viejito Alegría (con su poncho de Chabuca Granda) y Mono Blanco "Inmoral" Thays. Pero Szyszlo, por favor, ha hecho lo mejor dentro de la pobreza de nuestras artes plásticas, ya está viejito y merece su monumento.
Lo que jode es que Vargas Llosa haga una interpretación ingenua (la envidia) del asunto; ciertamente hay envidia, pero no es todo. Aquí Facherón debería glosar diciendo que la marginación injustificada de muchos artistas por cuestiones endemicas al circuito de las galerías tiene mucho que hacer en el rechazo al nombre de Szyszlo. Son tanto factores individuales como grupales o gremiales los que explican el asunto. Pero la unilateralidad de las explicaciones y la opción por una de ellas (individuales o colectivas) segun la hora y la conveniencia -como suele hacer Facheron - lo hacen moralmente insolvente para glosar esto. Puesto que cuando hay que decir el nombre de sus amigos como culpables, habla de factores estructurales, y cuando alguien le señala factores estructurales, el asunto lo reduce a la envidia de unos cuantos por el éxito de sus amigos. Dejemos entonces que Vargas Llosa explique todo como un asunto de envidia y entienda las disputas en el medio limeño tal como se las explica Cueto (su único informante). Se entiende: cuando se está tan alto no se puede confiar en nadie salvo en los incondicionales y Cueto ha dado sobradas muestras de incondicionalidad. Pero sería bueno que el maestro deje los cockteles que le preparan sus amigos y visite en mangas de camisa las facultades de literatura de la Católica y San Marcos, hable con sus alumnos y se entere de lo que realmente piensan (incluso sobre Cueto y Ampuero). Podría llevarse muchas sorpresas y de paso reactivar desde su liderazgo una discusión para dilucidar en conjunto con los estudiantes los motivos y razones de la crisis continua de la vida cultural peruana, no solo desde sus condiciones contextuales sino desde la responsabilidad de sus principales actores. Eso me parece el deber de un maestro, que indudablemente es Vargas Llosa.
por lo pronto el baño de la biblioteca Nacional se llama Mario Vargas Llosa.
Szyszlo dice:
"Como una muestra mas de mi generosidad y desprendimiento les regalo este Museo de Arte Contemporaneo. Tendra una sala con todas las pinturas donadas por Tola, Ramiro Llona, Rodriguez Larrain, Eielson, Humareda, Tilsa, Revilla, Shinki, -no me acuerdo quienes mas-, y veinte salas con mis pinturas. Que les parece? Y humildemente propongo que el museo se llame Museo Szyszlo, y que tenga una biblioteca llamada M.Vargas Llosa". (Fuera de record: "Eso si, el arquitecto que construya el museo tiene que ser ese mismo que V.LL. menciona como "el arquitecto").
La pregunta que deberíamos hacernos es: ¿de dónde ha sacado Vargas Llosa que Szyszlo es el máximo exponente de la plástica peruana contemporánea?
Desde el punto de vista de su influencia y representatividad, la mayoría de los entendidos coincidirán en que éstas no son mayores que las de Sérvulo, Humareda, Tsuchiya o Llona. Y si se refiere al éxito entendido como valor de mercado, Gerardo Chávez y el mismo Llona andan por ahí, por lo tanto no se entiende qué le podrían envidiar. En todo caso, la comparación con Tamayo y Botero es totalmente ridícula. Hojeando un catálogo de Sotheby´s (Nov 1996, Latin American Art) encontramos participando en la subasta cuadros de estos tres pintores:
Rufino Tamayo: "La máscara roja"
Precio Base: US 900,000
Fernando Botero: "La casa de las gemelas arias"
Precio Base: US 800,000
Fernando de Szyszlo: "Mesa Ritual"
Precio Base: US 8,000
Saquen sus conclusiones
Es realmente ridiculo ver como las argollas se juntan, se apoyan y se promueven mutuamente. Probablemente esta historia de Humala y el fracaso de la derecha se explica por las argollas que los grupos de poder en todos lados a lo largo de toda la historia han perpetrado, entonces no es de estrañar que estos aprendices de argolleros tengan que salir a defender a Vargas Llosa y a Szyszlo, en este enredo de argollas y de intereses.
Cisma en Mordor: Ya vieron que Faveron acaba de poner un post contra el orco Coral?
Se le estaban subiendo los humos a la gargola y de un manazo la han puesto en su sitio. Jajaja.
Fotomontaje gfp, original:
Precio Base: US 5,000
(AL PARECER SZYSZLO RECULÓ)
El MAC de Barranco no se llamará Fernando de Szyszlo
El Instituto de Arte Contemporáneo (IAC) y el Patronato del MAC han emitido un comunicado en el que dan cuenta de su gestión y explican por qué decidieron desistir de llamarlo como el pintor. Dos días después de que el escritor Mario Vargas Llosa tocara el tema en su columna quincenal del diario El Comercio, las juntas directivas del Instituto de Arte Contemporáneo (IAC) y del Patronato del Museo de Arte Contemporáneo (MAC) decidieron pronunciarse sobre la controversia surgida por el nombre y la gestión del MAC. Al parecer, los reclamos de los artistas los hicieron desistir de sus primeras intenciones.
EL RECLAMO. El pasado 12 de febrero, el presidente del Patronato del MAC, Pedro Cateriano, anunció que el futuro museo llevaría el nombre de Fernando de Szyszlo. Al saberlo, un grupo de artistas -encabezados por el pintor Gerardo Chávez- emitió un comunicado expresando su desacuerdo porque, primero, jamás se les informó que el museo iba a tener nombre propio y, segundo, los promotores del MAC nunca dieron cuenta de su gestión. Estos artistas consideraban sustentado su reclamo por haber donado obras suyas para una subasta pro fondos convocada para la construcción del MAC y no para el museo de un artista.
DAN MARCHA ATRÁS. En su primer punto, el comunicado del IAC indica que la construcción del MAC seguirá, pero que ya no se llamará Fernando de Szyszlo, "por decisión del propio artista". Se comprometen, además, a realizar las gestiones necesarias para que los nuevos benefactores del MAC no retiren los fondos ofrecidos, pues una de sus exigencias era que el museo llevara el nombre de Szyszlo. Según explican, la decisión de ponerle el nombre de este artista al MAC obedeció a la fusión de dos proyectos: el del museo Szyszlo, que contaba con fondos y auspiciadores, y el del MAC, sin recursos y estancado -a pesar de sus esfuerzos- por innumerables trabas burocráticas, administrativas y económicas. En su tercer punto, el IAC y el Patronato señalan que, si bien "aceptan la decisión a la que lamentablemente ha sido llevado el señor Szyszlo, rechazan las agraviantes publicaciones hechas con motivo de la dación de su nombre al museo". Y agregan: "Por más de que el museo (.) no lleve su nombre, será siempre recordado como el que lo impulsó desinteresadamente".
EL SILENCIO. También afirman que no dieron cuenta de su gestión para no interferir con el desarrollo del proyecto, pues "su evolución ha estado constantemente marcada por infortunadas o incomprensibles dificultades, que determinaron que no se deseara exponer situaciones no resueltas o en conflicto. El criterio fue, más bien, dar a conocer su avance en su etapa concluyente (.) La directiva no consideró apropiado informar a los donantes de las obras subastadas sobre su desarrollo, por cuanto ello solo podría haber comunicado una situación incierta".
tranquilo, mono hervido, ya era hora de que pusieran en su sitio a los muertos vivientes, primero Szyszlo, y ahora Marco Aurelio Denegri, recién empieza la cruzada para enterrar a este lengua larga.
tu díler
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